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Dios sabe, si existe, que lo has logrado bien. A pesar de la exquisita dulzura de sus palabras, a pesar de sus caricias, me pareció que una larga y acerada aguja había penetrado en mi corazón, y en medio de mi alegría, pasó por un calofrío de espanto. «¡Dios sabe, si existeNo puedo acostumbrarme a esa forma irónica de la duda, habitual en mi padre.

María lo conocía y su orgullo se indignaba, pero como la exquisita cortesía de la duquesa no se desmintió jamás; como en su grave, modesto y hermoso rostro no se había manifestado nunca una sonrisa de desdén ni una mirada de altanería, María no podía quejarse. Por otra parte, el duque, que era tan digno y tan delicado, ¿cómo había de permitir que nadie se le quejase de su mujer?

A la generación actual, impaciente de sensaciones fuertes y variadas, le importa poco encontrar en las producciones del espíritu esa acertada medida, esa exquisita conveniencia, en estilo tan puro y tan delicado que distinguen a los inimitables novelistas de Francia y de Inglaterra, a los Lesage y a los Fielding, a los Rousseau y a los Richardson.

Pero como las cosas llegan alguna vez por mucho que se retarden, llegó también el momento de manifestarla, y no le faltó, ciertamente, la destreza más exquisita al hacerlo.

Sucedía esto a los ocho o diez días de la repentina marcha de Jacobo, y entre aflicciones de espíritu, quebrantamientos de estómago y apreturas de entendimiento, recibió Villamelón una cariñosa carta de este tierno amigo, en que, con previsión amorosísima y delicadeza exquisita, le enviaba una receta infalible contra la trichina, recogida de los labios mismos de los hermanos Tramponetti, fabricantes de embutidos en la salchichonesca Génova.

Ya vería ella qué marido tenía, qué ser superior, qué persona tan extraordinaria. Hay una moral gruesa, la que comprende todo el mundo, incluso los niños y las mujeres. Hay otra moral fina, exquisita, inapreciable para el vulgo: es la que sólo pueden gustar los paladares muy sensibles... Vamos allá. «Preparémonos a oír tus papas» dijo ella.

Era muy capaz de un sentimentalismo vago que, como esas mujeres, tomaba por exquisita sensibilidad, casi casi por virtud. Pero esta virtud para damas se rige por leyes de una moral privilegiada, mucho menos severa que la desabrida moral del vulgo.

Una barrica de harina, ingeniosamente transformada, constituía el sillón del paralítico. En conjunto, puede afirmarse que la limpieza más exquisita y el más pintoresco gusto reinaban en los escasos detalles de aquella rústica vivienda. La merienda fue un triunfo culinario.

El viajero que se detiene en Brusélas no debe dejar de visitar el palacio del duque de «Aremberg», abierto siempre á los extranjeros con exquisita condescendencia.

Acaso el tomo cayera en manos de un hombre zafio y rudo. ¡Vaya usted a saber si un escribano, un comerciante, un militarote, tendrán sensibilidad para apreciar la candorosa impaciencia de Cloe en Las Pastorales, de Longo, o la exquisita voluptuosidad que hace palpitar el corazón de la Sulamita en el divino Cantar de los Cantares!