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Actualizado: 22 de junio de 2025
Yo os amo con toda mi alma exclamó doña Clara , os amo desde que anoche salísteis de mi aposento; os amo no sé cómo; como... al recuerdo de mi madre... no sé por qué... pero yo os amo, señor; si la casualidad no lo hubiera hecho, si el honor de la reina no lo hubiera exigido, yo no me hubiera casado con vos... sino me hubiérais aterrado... ¡Oh Dios mío...! he visto que la palabra morir no era en vos una amenaza cobarde... os he creído ver muerto... ¡Por la sangre de Jesucristo, señor! yo no sé lo que me habéis dado que me habéis vuelto loca... y soy vuestra, vuestra esposa, vuestra amante, vuestra esclava... vuestra y solamente vuestra, sin que tengáis que temer que yo haya amado á otro hombre, ni autorizado galanteos, ni dado esperanzas... soy vuestra con toda la alegría de mi alma... no sé con cuánto amor... pero no moriréis, ¿no es verdad, que no moriréis ya...? porque mi amor es vuestra vida y yo os lo entrego entero y puro y resplandeciente como el sol.
Y el depósito se realizaba sin que mediase una tira de papel; pues la honorabilidad del mercader, hombre que diariamente cumplía con el precepto, que comulgaba en las grandes festividades y que era mayordomo de una archicofradía, se habría ofendido si alguno le hubiese exigido recibo u otro comprobante. ¡Qué tiempos tan patriarcales! Haga usted hoy lo propio, y verá dónde le llega el agua.
Por mas profundas que fuesen las convicciones de Belarmino sobre la potestad indirecta, ¿habriais exigido de él, que se expresase en Paris de la misma suerte que en Roma?
Los argentinos, antes de asociarse a los franceses habían exigido declaraciones públicas de parte de los bloqueadores de respetar el territorio argentino, y las habían obtenido solemnes.
Sólo hay una que no puedo descubrir; que se alza noche y día ante mis ojos como un espectro, como una sombra espantosa, y cuando quiero asirla se me escapa, y esa cosa es: «¿Por qué ha muerto Olga?» El anciano se estremeció. Recordaba la carta y la promesa que la muerta había exigido de él. Roberto continuó: Una voz me grita sin cesar en los oídos: «¡Tuya es la culpa!» ¿Cómo?
En tanto, el exaltado liberal tuvo tanto que pensar en otras cosas, que relegó á segundo término aquella cuestión, y se acordaba poco de la apostasía que su tío le había exigido. Lázaro cedía á la fatiga, se dormía lentamente, cuando el viejo dijo con voz fuerte: Lázaro, ¿duermes? ¿Qué? contestó el muchacho, despertando sobresaltado.
Mi deber, cuando mi concurso fué exigido en esta circunstancia interesante, era pues, consultar la inclinación de los corazones y las conveniencias de los caracteres, no menos que la proporción de las fortunas; pero creí observar desde luego, que el matrimonio que se preparaba tenía el inconveniente de no satisfacer á nadie, ni á mi excelente amiga la señora de Laroque, ni á la interesante novia, ni á los amigos más ilustrados de estas damas; á nadie, en fin, sino probablemente al novio, de quien me cuido mediocremente.
Por esto está recomendada en las enfermedades atribuidas al celibatismo, á la continencia, cuando estos estados han exigido gran fuerza de voluntad, privaciones que conducen á la apatía, á la morosidad y hasta el disgusto de la vida.
¿Acaso es necesario semejante juramento entre nosotros? dijo ella en tono dolorido dirigiéndole, con sus hinchados ojos, una mirada amarga y furiosa. Pero le dejó hacer. Roberto puso la mano derecha de su madre sobre la frente de la muerta; ella la acarició diciendo entre sus sollozos: ¡Lo juro, mi querida! ¡Bien lo sabes tú, tú, que yo ignoraba todo y que jamás te he exigido nada malo!
Los genoveses, entretanto, se defendían con la usura. A partir del año 1590, el desbarajuste fue pavoroso para la hacienda del Rey. Las Cortes, corrompidas por el Monarca, habían exigido a las ciudades ocho millones de ducados. Y la pobreza y el hambre arreciaban como flagelos de Dios.
Palabra del Dia
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