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Actualizado: 8 de junio de 2025
Parecíale que aquella falta de encantos y aquel extraordinario patrimonio podrían ser, a no evitarlo cuidadosamente, dos elementos de infortunio: pero aún no había tenido su prudencia graves riesgos que preveer, ni su cariñosa entereza pasión mal inspirada a que oponerse.
Si he de ser franco, diré que me hubiera sido imposible evitarlo; no tenía fuerzas; me encontraba aturdido, asombrado de cuanto acababa de ver y oír. Apenas si me encontraba aún con energías para levantarme de mi asiento y dar algunos pasos, a fin de convencerme de que no soñaba.
GALENO no supo evitarlo, y estoy cierto que en algunos capítulos y tratados pudieran quitarse muchas cosas sin hacer falta. En FORESTO, y ETMULLERO es comunísimo este vicio; y aun en HOFFMAN se hallan razonamientos muy inútiles y prefaciones molestas, que conducen muy poco, ó nada al principal asunto.
María-Manuela, asustada, hizo callar á todos y declaró que el romperse un vaso es muy malo y anuncia disgustos. La única manera de evitarlo era recoger todos los pedazos y tirarlos al pozo. Así comenzó á ejecutarlo con gran solicitud mientras los demás se reían de su credulidad. Algunos por burla la ayudaban.
Me volví loca, se me encendieron en la imaginación unas llamas que no me dejaban vivir, y conociendo el mal me era imposible evitarlo.
No considerándose aún desagraviada Isidora con estos regalitos, negose a admitirlos; pero Mariano se abalanzó al plato más pronto que la vista, y arrebatando el turrón, empezó a engullir con tanta prisa, que no pudo su hermana evitarlo. «¡Malcriado..., glotón! le dijo cuando otra vez se quedaron solos . ¿No has comido ya bastante?». Mariano negó con la cabeza, por no poder hacerlo con la boca.
Al fin doña Guiomar, rompiendo su silencio, continuó de esta suerte: Yo, conociendo ya el mundo, hubiera querido premiar el amor de mi esposo, si no con el amor de mi alma, dándole la posesión de esta mi persona que tan hermosa le parecía, y, aunque procurelo, ser no pudo, que él tenía mucha experiencia y mi intento conocía, y que aquello por lo que yo me brindaba a arrojarme en sus brazos, no era amor, sino compasión y agradecimiento; y evitolo, y sufrió su martirio en silencio, y como estaba achacoso y más viejo que por sus años debía serlo, agraváronse sus dolencias y con él al fin acabaron; que murió el desdichado casi loco de amor entre mis brazos, y sin que yo evitarlo pudiera.
«¡Mardita sea!...» Todo esto representaba la degradación de la familia, la tristeza de los suyos. Gallardo avergonzábase de que tal cosa pudiera suceder. Era un crimen privarles de lo que tenían, luego de haberlos acostumbrado al bienestar. ¿Y qué era lo que debía hacer para evitarlo?... Simplemente «arrimarse» a los toros: seguir toreando como en otros tiempos... ¡El se «arrimaría»!
A mitad del verano dejó de escribir a Julia. El administrador y yo creímos que la señorita se moría: doña Carmen llegó a Madrid enferma del disgusto, porque ya se traía tragada la infamia. ¡Qué cosas le dijo a su hija! No hubo medio de evitarlo: él amenazó con sacarla depositada, y, ante el escándalo, hubo que ceder. Este es el secreto de todo. Como V. puede imaginar, se acabó la tranquilidad.
Las palabras salieron de sus labios saturadas de amargura; pero al mismo tiempo, sin que pudiera evitarlo, brilló en sus ojos tal llamarada de pasión, que aquella mezcla de negativa y de amor fue lo sumo de la coquetería. Don Juan no sabía a qué santo encomendarse. La boca de Cristeta decía: «Nunca»; los ojos gritaban: «Llévame.»
Palabra del Dia
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