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Actualizado: 27 de octubre de 2025
¡No, por Dios! ¡Concha, no, por Dios! respondía entre sollozos la criatura. Te quiero mucho... y a madrina también... Si no me pegas te he de dar mi caja de muñecas... ¿De veras? dijo dulcificándose. Sí, ahora mismo si la quieres. ¿Y el estuche de costura? También. ¿Y el armarito de espejo? Sí, el armarito también. Concha hizo ademán de vacilar. La niña la miraba con ojos ansiosos.
Creyó, por el pronto, que todo había sido sueño; mas levantó prontamente la almohada, buscando la carta para Ratón Pérez que había puesto allí la noche antes, y la carta había desaparecido. En su lugar había un precioso estuche con la insignia del Toisón de Oro, toda cuajada de brillantes, regalo magnífico que le hacía el generoso Ratón Pérez, en cambio de su primer diente.
Sacó del bolsillo un paquetito, desenvolvió el papel que le rodeaba y entregó á Herminia un estuche de tafilete blanco con las iniciales H.A. He aquí mi regalo de boda ... La joven abrió la caja y arrojó un grito de admiración, de confusión, de alegría. El estuche no contenía más que dos perlas negras, pero gruesas como avellanas y de un oriente, de una redondez, de un brillo incomparables.
Recíbalo usted, como me lo ha prometido, y guárdelo como un recuerdo, aunque no quiera usarlo... Y, diciendo esto, don Mariano se despidió. Cuando, después de contar a Coca su conversación con Vázquez, salvo lo del obsequio, estuvo Laura sola en su aposento, abrió el estuche... Adentro había una valiosa sortija de dos magníficas piedras, un brillante y un rubí. «¡Vamos! se dijo Laura.
Y con un movimiento impremeditado, en cierto modo inconsciente, Vázquez sacó del bolsillo el pequeño estuche del primer regalo que traía a Coca... Se encontró un tanto perplejo y embarazado con la cajita en la mano... Y de pronto, dijo, pronunciando en tono suplicante una rápida ocurrencia del momento: Tengo que pedirle un servicio, un gran servicio, Laura...
Pero en la guerra se vive como se puede y aquí estamos sitiados. Rafael admiraba los hoyuelos que una risa graciosa trazaba en aquellas mejillas; la luminosa dentadura, que parecía temblar en su estuche de rosa. A ver, Cupido; fuera pronto ese traje; no quiero que por mí pille usted una pulmonía que prive a la ciudad de su principal regocijo.
Sacó del bolsillo un estuche complicado, abrió una hoja en forma de destornillador y con la tranquila habilidad de un ladrón de oficio, se puso á desmontar la cerradura, que á los cinco minutos estaba sobre la mesa. Entonces, cogiendo la cuerda y metiéndola en el bolsillo, dijo: Ponte un abrigo y un sombrero y huyamos. Pero, si encontramos alguien.... Le compro ó le mato; como él quiera. ¡Vamos!
Santo nido hecho de flores y fragancias maternales de caricias, de ternuras y sedientas calenturas Por el bien de los mortales! ¡Corazón que guarda dentro el calor de las canciones que palpitan en los tristes corazones, que es altar, estuche, y centro de noblezas olvidadas y de hidalgas compasiones! ¡Ruiseñor enamorado de los cánticos del arte! ¡Corazón!
Cuando la condesa quedó sola con los suyos, dijo con aire de triunfo a Rafael: Y ahora, ¿qué dices, mi querido primo? Digo contestó Rafael que el gorjeo es mejor que la pluma. ¡Qué ojos! exclamó la condesa. Parecen dijo Rafael dos brillantes negros en un estuche de cuero de Rusia. Es grave dijo la condesa ; pero no engreída. Y tímida siguió Rafael , como una manola de Lavapies.
Lo primero que vi fue un pequeño estuche. Le abrí y encontré... la cruz de brillantes que le había regalado el día que por primera vez almorzó conmigo. La existencia en el cofrecillo de aquella cruz, me dio no sé qué aliento, qué esperanza vaga, qué alegría íntima. Luego seguí en mi inspección: Buscaba el retrato y le hallé cuidadosamente envuelto en un papel muy usado.
Palabra del Dia
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