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Actualizado: 12 de julio de 2025


Pues aguántate aquí a la vera nuestra dijo Bermúdez después de reírse con Nieves de la ocurrencia de Catana, que hablaba siempre con la mayor seriedad , para que te mueras pronto y de una vez, y a gusto mío... Y vamos a ello, empezando por lo de adentro por ser lo peor. Esta pieza en que nos hallamos, como te dije anoche, ¿te acuerdas Nieves? es el salón de recibir, vamos, el estrado.

Dos monacillos hacían en la antesala, con dos voluntarios facciosos, el servicio que suelen hacer los porteros de estrado en ciertas casas, y un robusto sacristán, que debía ser el portero, de golpe los introdujo.

La barandilla, desdorada por la mano nerviosa de antiguos galanes, dividía en dos partes el estrado, y, sobre la encorchada tarima, almohadas polvorientas conservaban aún la presión de cuerpos femeninos. Un residuo ilusorio de remotos galanteos parecía perdurar a manera de viejo perfume o como un polvo de ramilletes en los cofrecillos de las ancianas. ¡Cosas fenecidas!

El duque trabajaba también en la parte menos delicada de los preparativos, en la erección del estrado para la orquesta, que hizo colocar adosado a la pared medianera de los dos grandes salones de baile contiguos, rodeándolo de plantas y arbustos, en el arreglo del guardarropa, en la colocación de alfombras, en la traslación de muebles, etc.

Yo pues os digo, No jureys en ninguna manera, ni por el cielo, porque es el throno de Dios: Ni por la tierra, porque es el eštrado de šus pies; ni por Ierušalem, porque es ciudad del Gran Rey. Ni por tu cabeça jurarás: porque no puedes hazer un cabello blanco o negro. Mas šea vueštro hablar, Si, ši: No, no: porque lo que es mas deešto, de mal procede.

Oyome inalterable don Baltasar de Peralta, sonriose como hubiera podido sonreírse un demonio, y díjome saliendo de mi estrado: ¡Vive Dios, que o habéis de ser mía, o tanto haré, que habéis de soñar conmigo como si soñarais con el diablo!

El palacio de Carraspique, comprado por poco dinero en la quiebra de un noble liberal, que murió del disgusto, estaba enfrente del caserón de los Ozores, en la Plaza Nueva, podrida de vieja. El Magistral se dejó introducir en el estrado por una criada sesentona, que ladraba a los pobres como los perros malos. A los curas les lamería los pies de buen grado.

Venía a su memoria el himno que en Los Maestros Cantores entona el buen pueblo de Nuremberg viendo en el estrado del certamen a Hans Sachs, su cantor popular, bondadoso y dulce como el Padre Eterno.

Era el señor baron uno de los caballeros mas poderosos de la Vesfalia; su quinta tenia puerta y ventanas, y en la sala estrado habia una colgadura. Los perros de su casa componian una xauria quando era menester; los mozos de su caballeriza eran sus picadores, y el teniente-cura del lugar su primer capellan: todos le daban señoría, y se echaban á reir quando decia algun chiste.

La encontré en un concierto de beneficencia, donde cantó magistralmente unos aires húngaros, acompañada por Maraeksy y me quedé encantado por su belleza y por su aire majestuoso. En medio de las señoras del gran mundo que en el estrado prestaban su concurso á la función, Lea parecía una reina.

Palabra del Dia

buque

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