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Actualizado: 11 de mayo de 2025
»¡Ignora usted, pues continué, que le estimo tanto como Teobaldo, que le amo tanto como él!... ¡ah! ¡mil veces más!... La proximidad de la muerte, la vista del cadalso no me hicieron palidecer; ¡y cree usted que un secreto del que depende su suerte no me podrá ser confiado! ¡Teobaldo lo guarda por amor a su Dios!
Que don Carlos había padecido mucho en su juventud no cabía duda; él mismo contaba que se vió obligado a trabajar al lado de personas extrañas que le trataron mal; que más tarde tuvo un jefe que le estimó y le impartió franca protección, hasta que le fué dado ponerse al frente de sus propios negocios.
Guardó silencio obstinado, mirando fijamente a la copa de cerveza que tenía delante. Al fin, dijo con voz apagada: Nunca creyera a Isabel capaz de una acción tan fea. Entonces yo, entre compadecido y rencoroso, con la complacencia que sienten los desgraciados al encontrar otros como ellos, le dije: Amigo Villa, por lo mismo que le estimo a usted de veras, voy a darle un consejo franco y leal.
Vamos, no me sermonee usted más, don Germán. Lo que he dicho de mi tío es una broma. Ya sabe usted demasiado que le estimo. Serías un ingrato si otra cosa hicieras. Tu padre no dejó mucho más de cincuenta mil duros y tu tío acaba de entregarte ochenta mil. Tristán Aldama era hijo de un periodista que abandonó muy joven su profesión para dedicarse a asuntos comerciales.
En la víspera de la batalla de Chuquinga ofreció un rico capitán a un soldado diez mil pesos por su caballo, propuesta que el dueño rechazó con indignación, diciendo: Aunque no poseo un maravedí, estimo a mi compañero más que a los tesoros de Potosí.
No, yo no soy exigente respecto a la manera de vestir de los jóvenes que me placen; pero, hay dos cosas que estimo mucho: un buen bailador cuando bailo y un interlocutor amable cuando hablo. Y como usted está de mal humor hoy, suya es la culpa si le dejo. Dicho esto, alegremente, con la dulce entonación que le era habitual, María Teresa se esquivó y corrió a reunirse con sus amigas.
Luego añadió bajando la voz: Yo estimo mucho, muchísimo a mi marido, pero... francamente no le quiero, ¿por qué no he de decirlo?
Norabuena respondió Costanza ; que yo la rezaré, porque sé leer. Ha de ser con condición dijo Tomás , que no la ha de mostrar a nadie; porque la estimo en mucho, y no será bien que por saberla muchos se menosprecie. Yo le prometo dijo Costanza , Tomás, que no la dé a nadie; y démela luego, porque me fatiga mucho el dolor. Yo la trasladaré de la memoria respondió Tomás , y luego se la daré.
SANCHO. ¿De qué lo sabes, Pelayo? PELAYO. De que nos la hubiera vuelto Cuando la hubiera gozado. Vanse. Sale el REY y el CONDE y DON ENRIQUE. REY. El cielo sabe, Conde, cuánto estimo Las amistades de mi madre. CONDE. Estimo Esas razones, gran señor; que en todo Muestras valor, divino y soberano. REY. Mi madre gravemente me ha ofendido; Mas considero que mi madre ha sido. Salen SANCHO y PELAYO.
Lo hago únicamente por ti, a quien quiero, no diré más que a mi hija, porque los hijos... ¡Oh, los hijos!... Tú ya sabes lo que son... pero tanto, por lo menos... y a quien estimo mucho más... Gonzalo, enternecido, se dejó caer en una silla. Comenzó a sollozar como un niño, con el rostro entre las manos.
Palabra del Dia
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