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Ármese vuesa merced, que aquí le traemos armas ofensivas y defensivas, y salga a esa plaza, y sea nuestra guía y nuestro capitán, pues de derecho le toca el serlo, siendo nuestro gobernador. -Ármenme norabuena -replicó Sancho.

Don Cleofás le respondió: En ninguna parte nos podemos entretener tanto: entremos norabuena.

En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía asimesmo que ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar; los sauces destilaban maná sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los prados con su venida.

Norabuena respondió Costanza ; que yo la rezaré, porque leer. Ha de ser con condición dijo Tomás , que no la ha de mostrar a nadie; porque la estimo en mucho, y no será bien que por saberla muchos se menosprecie. Yo le prometo dijo Costanza , Tomás, que no la a nadie; y démela luego, porque me fatiga mucho el dolor. Yo la trasladaré de la memoria respondió Tomás , y luego se la daré.

Váyase vuestra merced, señor, norabuena, su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato. ¡Vos sois el gato, y el rato, y el bellaco! -respondió don Quijote.

Dijole tan mal, que en cuatro restos consecutivamente perdió los cuatro cuartos del asno, y ganóselos el mismo que se le había vendido; y levantándose para volverse a entregarse en él, dijo el Asturiano que advirtiesen que él solamente había jugado los cuatro cuartos del asno; pero la cola, que se la diesen, y se le llevasen norabuena.

Ha dado ya la palabra, Que esto, hermano, es lo que siento, De ser turco, y este intento Con regalos siempre labra. Vesle, Francisco, á do asoma; Bizarro viene por cierto. Entra JUANICO, vestido como turco bizarro. Estos vestidos le han muerto: Que él, qué sabe de Mahoma? Vengais norabuena, Juan. No sabeis que ya me llamo: AURELIO. Cómo? Ansi como mi amo. En qué modo? Soliman.

Tal vez le damos de almidon un cesto, Tal de algarrobas con que el vientre llena, Y no se estriñe, ni se va por esto. Sea, le respondi, muy norabuena, Tieso estoy de celebro por ahora, Vaguido alguno no me causa pena. La nuestra en esto universal señora, Digo la poesia verdadera, Que con Timbreo y con las musas mora,

No estoy en eso respondió Avendaño ; porque pienso antes que desta ciudad me parta ver lo que dicen que hay famoso en ella, como es el Sagrario, el artificio de Juanelo, las Vistillas de San Agustín, la Huerta del Rey y la Vega. Norabuena respondió Carriazo : eso en dos días se podrá ver. En verdad que lo he de tomar de espacio; que no vamos a Roma a alcanzar alguna vacante.

-Todo puede ser -respondió Sancho-, mas yo que en lo de mi cuento no hay más que decir: que allí se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pasaje de las cabras. -Acabe norabuena donde quisiere -dijo don Quijote-, y veamos si se puede mover Rocinante. Tornóle a poner las piernas, y él tornó a dar saltos y a estarse quedo: tanto estaba de bien atado.