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Actualizado: 25 de noviembre de 2025


Los días de fiesta suele cruzar por el horizonte un vapor que no se cansa jamás de silbar. Parece un espectador de los dramas de Catalina. He querido averiguar cuál era el precio del pasaje, y me han dicho que por recorrer todas las costas del estanque, deteniéndose en los puntos más notables y dignos de verse, se pagaba, en cámara de primera, diez céntimos.

Cuentan las historias de Oriente que Seleuco, rey de Antioquía, mandó fabricar un estanque con fondo y muros de plata bruñida, lleno de agua limpísima y aromatizada, donde dispuso que su prometida Maiouma nadase desnuda a la luz de la luna, antes de serle llevada a la cámara nupcial: y refieren las crónicas arábigas que Yusuf de Granada gozó a su favorita Jandaya teniendo por tálamo un montón que mandó formar deshojando las rosas más encendidas y rojas que pudieron cogerse en el Generalife; pero estas son exageraciones de historiadores, o fantasías de poetas, que resultan pobres y mezquinas comparadas con los modos que Carolina inventaba para enloquecer a su amante.

Algo así pensaban los habitantes de la ciudad de Heidelberg cuando el gran Emmanuel Kant cruzaba de paseo con su paraguas bajo el brazo. Y si le hallasen sentado en un banco frente al Estanque grande, inmóvil, con la mirada fija, tal vez imaginaran que aquel hombre no pensaba en nada. Y así era, en efecto.

Freya vaciló un momento para hacer memoria; pero su duda fué corta. Así es dijo con naturalidad . El profesor fué mi segundo marido. Yo he sido casada dos veces. No tuvo tiempo el capitán de manifestar su sorpresa. En lo alto del estanque, sobre la superficie cristalina plateada por el sol, pasó una sombra humana. Era la silueta del guardián. Abajo se conmovieron las tres bolsas informes.

Después de admirar el afeitado Parterre, fueron a dar la vuelta al estanque grande, que es un mar de bolsillo, como decía Miquis. Este la llevó luego por sitios escondidos y por las callejuelas y laberintos que están entre el estanque y la fuente de la China.

Ya me amenazó con ello el otro día, cuando me caí en el estanque del parque. Y eso porque sabe que no puedo sufrir la tapicería y que mi gusto es correr por los campos y el bosque á pie ó á caballo. Roger la contemplaba embelesado, admirando sus negros cabellos, el perfecto óvalo de su rostro, los alegres y hermosos ojos y la franca sonrisa que le dirigía y que demostraba su confianza en él.

4 Porque un ángel descendía a cierto tiempo al estanque, y revolvía el agua; y el que primero descendía en el estanque después del movimiento del agua, era sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús vio a éste echado, y supo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: ¿Quieres ser sano?

Le llevó al estanque, le restregó la cara haciéndole pasar sucesivamente del negro al gris, luego al blanco, después al rojo subido, tan rojo que el niño chillaba como un condenado y estuvo a punto de renunciar de una vez y para siempre a aquel caramelo tan dolorosamente comprado. Reynoso estaba enajenado.

No conoce a mi Enrique. Cuando lo conozca, le amará como yo le amo... ¿De qué proviene esta tristeza que invade mi alma?... ¡Ah, ese presentimiento! Y luego ese lúgubre castillo... Ese viejo estanque, cubierto de musgo verde... Lo aborrezco. Me da miedo, sobre todo hoy. Está lleno de ranas que saltan ruidosamente de la orilla al agua.

Oiga usted, Padre González, como quiera que sea, usted tiene casi toda la culpa de que yo haya conocido y tratado a Narcisito, me haya paseado con él por las calles más solitarias del Retiro y por las orillas del estanque, dejando a doña Rita a muy respetable distancia: conque así, apiádese usted de nosotros y predique a mi madre y al general, para que no persistan en que yo me case con ese abominable sobrino...

Palabra del Dia

vengado

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