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Actualizado: 15 de junio de 2025
Hasta que a eso de las nueve se fue hacia la plaza tocando un paso doble, y desde allí salió por la carretera de Lancia a esperar al prelado, al gobernador y a las personas que los acompañaban. No tardaron en llegar en seis coches que con el estrépito de sus ruedas estremecieron de júbilo la villa. Una nube de cohetes estalló en el aire.
El jueves Santo llegó con una noticia que había de hacer época en los anales de Vetusta, anales que por cierto escribía con gran cachaza un profesor del Instituto, autor también de unos comentarios acerca de la jota Aragonesa. En casa de Vegallana la tal noticia estalló como una bomba.
Al mismo tiempo sintió en su muñeca un dolor circular, lo mismo que si un anillo frío oprimiese y cortase sus carnes. Una explosión de regocijo estalló en torno de la cabeza de Gillespie, un huracán de gritos, carcajadas y aclamaciones. La muchedumbre enana reía al verle con el brazo en alto, inmovilizado por el tirón de esta fuerza incomprensible para él.
Los padrinos, con los brazos inactivos, pero con los pulmones cruelmente dilatados por la angustia, se cansaban más aún que el barrenador. Los dos esperaban con las barras levantadas por encima de la cabeza. Dieron la señal los directores de la apuesta y en la plaza estalló una aclamación semejante á la que acoge la partida de los caballos en una carrera. Después se hizo el silencio.
Fortunata tenía su interior tan tempestuoso que no pudo contenerse, y estalló con esa ira pueril que ocasiona las reyertas de mujeres en las casas de vecindad. «Señora, déjeme usted en paz, que yo no me meto con usted, ni me importa la cara que usted tenga o deje de tener.
Con el nombre de motín del Pendón Verde relatan los historiadores de Sevilla el que estalló en el barrio de la Feria el año 1521, y el cual tomó grandes proporciones y llegó á amenazar seriamente á la población, ofreciendo con él no poca semejanza, el que en el mismo barrio se promovió en 1652.
Para que su vida fuese aún más alegre y aturdida le placía comer por los cafés y restaurants, como un mancebo disipado. D. Juan fluctuaba entre el gozo de verla contenta y la incomodidad aguda que le producía aquella vida desordenada, tan contraria a sus hábitos y edad. Una tarde, regresando del paseo del Prado, Fernanda estalló repentinamente en sollozos.
Era un día muy parecido a éste... Nuestro hermoso sol de los Trópicos se velaba triste y huraño... Mi madre, en su hamaca como yo estoy ahora, tiritaba como yo tirito... Estaba yo triste como tú lo estás hoy, hija mía... Hacía ocho días que no teníamos noticias de tu padre... que todavía no se había declarado... Yo tenía el corazón oprimido... tan oprimido, que estalló de repente y me eché sollozando en los brazos de mi madre.
Una hora después de esos cantos de la civilización, y cuando todos reposábamos en nuestras hamacas, en medio de las sombras y el silencio, un himno enteramente diferente, salvaje y de una melancolía llena de misterio, de grandeza y de ruda poesía, estalló de repente, sostenido por cincuenta voces roncas y pesadamente acompasadas, en medio de un bosque secular de la vecina playa.
Por esto empezó á llorar amargamente por aquel ciego miserable, y tantas súplicas hizo á la beatísima Trinidad, y á la Reina del cielo y á las santas almas del purgatorio, que se le cumplió su deseo con modo bien singular, porque mientras él festejaba sus brutales deshonestidades, estando el cielo serenísimo, sin la menor señal de tempestad, estalló un terrible trueno en medio del aire, y tras él se despidió un rayo que vino á dar á sus piés; y el indio, ó por furia del rayo ó por el miedo que tenía, cayó en tierra como muerto.
Palabra del Dia
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