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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Al entrar ahora Saldaña en su lujosa vivienda de París, se tropezaba muchas veces con extraños visitantes que parecían llevar fijas en sus espaldas las miradas de asombro de los lacayos de calzón corto.

Pero alguien que estaba de espaldas parecía dominarlos con sus órdenes murmurantes, y le obedecieron al fin, bajando sus ojos para seguir en una actitud cohibida. Ulises se cansó pronto de este silencio. Empezaba á encontrar algo ridícula su actitud de domador. No sabía á quién dirigirse en un local donde todos rehuían sus miradas y su contacto.

A música de rebuznos, ¿qué contrapunto se había de llevar sino de varapalos? Y dad gracias a Dios, Sancho, que ya que os santiguaron con un palo, no os hicieron el per signum crucis con un alfanje. -No estoy para responder -respondió Sancho-, porque me parece que hablo por las espaldas.

Su arrogante talle habíase reducido; las seductoras curvas de su busto y espaldas estaban quebradas o perdidas; el brazo, antes lleno de plasticidad, encogíase en su manga, y los brazaletes de oro que cercaban sus níveas muñecas casi se le escurrieron de las manos, cuando sus largos y huesosos dedos sacudieron convulsivamente las manos de Juan.

El señor Macey contrajo los labios, inclinó más todavía la cabeza hacia un costado y sus pulgares se pusieron a girar con un movimiento rápido, mientras que sus ojos seguían a Godfrey a través del baile. Por último resumió su opinión: Es bastante bien hacia abajo; pero sus espaldas son demasiado redondas.

Fingía no verle; estaba de espaldas a él, pero no por esto ignoraba su presencia. «¡Esta mujer!... exclamaba Ojeda mentalmente . ¿Qué mal le he hecho yo? ¿Por qué ese deseo de hacerme rabiar, como si quisiera vengarse de algo?...» Sorprendió una rápida mirada de ella, pero no pudo ver más. Mrs.

Aquí la mesa, junto a la ventana dijo Feli . escribirás de espaldas a la cocina, y yo vendré de puntillas, poquito a poco, y... ¡zas! te daré el gran susto, cuando menos lo esperes, echándote los brazos al cuello, besándote... así, así.

Levántase uno destos agoreros por la mañana, sale de su casa, encuéntrase con un fraile de la orden del bienaventurado San Francisco, y, como si hubiera encontrado con un grifo, vuelve las espaldas y vuélvese a su casa.

Para llegar á ella forzosamente se habian de dejar los nuestros pueblos enemigos á las espaldas, y esta seguridad causó descuido en los vecinos de Rodesto, porque nunca creyeron que los Catalanes se aventurarian sin tener la retirada llana y sin peligro, pero estas dificultades fueran bastantes, si el agravio no las atropellará.

Pero ahora, bajo el temor de una paliza, encontraba las mentiras de su compañero mucho más insustanciales. ¿Sabéis lo que os digo? profirió al cabo levantando la cabeza. Que si Nolo de la Braña no quiere esta noche manejar el palo, podemos encomendar nuestras espaldas al Santo Cristo del Garrote.

Palabra del Dia

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