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Actualizado: 1 de julio de 2025


Sus ojos paseaban una y otra vez, sin fatigarse nunca, por la línea indecisa del horizonte, que les revelaba otros espacios sin fin azules y luminosos. Sin darse cuenta de ello, por un movimiento instintivo, se habían acercado de nuevo uno a otro como si temiesen algo de la presencia de aquel monstruo que rugía a sus pies.

A través de los espacios y los tiempos marcan, marcan mi sendero, y no me dejan cual me dejó la esperanza. ¡Van siguiéndome, siguiéndome como dos estrellas cándidas, cual fijas estrellas dobles en el Cielo apareadas!

Sus almas fueron volando por las alturas infinitas, más allá del firmamento estrellado, donde no alcanza la mirada humana, y atravesaron los espacios eternamente misteriosos, que han poblado de hipótesis y mitos los filósofos gentiles, los teólogos cristianos y los poetas de todas las edades.

Y al tiempo de decirlo, clavaba en él una de esas miradas soberanas que expresaba convencimiento profundo de su dominio. Gonzalo, por mucho que se alejase, no podría romper la cadena; volvería blando y sumiso a sus pies, como el cometa que en vertiginosa carrera surca los espacios y a una distancia inconmensurable siente el freno del sol y vuelve dócil hacia él su frente.

En los altos cielos, espacios eternamente misteriosos y negados por siempre al pensamiento humano, allí donde solo llegan los desvaríos de la imaginación y los arrobos de la fe, resonaban dos voces de acento sobrenatural y prodigioso. La una era majestuosa, imponente y dulce sobre toda ponderación; la otra era voz humana, dignificada y ennoblecida por la santidad. ¡Pedro! dijo la primera.

No en vano con tus naves cargadas de nobleza, del todo lo sublime que Iberia pudo dar, venciste los embates del mar y su fiereza, trayendo con tu espada la cruz y la verdad. Tu gloria es como el astro que intenso resplandece; mirar tal vez no quieran su bello fulgurar, pero su clara lumbre ni muere ni decrece, y en los espacios célicos luciendo siempre está.

Desolada melancolía bañó de pronto la imponente rudeza de la muralla. Ramiro imaginó que las torres se sucedían a espacios iguales, como los paternoster del rosario; que las almenas figuraban las avemarías, y la Catedral, con su saliente cimborio, el hueco crucifijo lleno de reliquias de santos y caballeros.

¡Que si quieres!... Echamos a andar por aquel pasillo de baldosines rojos, al cual yo llamaría calle o callejón por su magnitud, por estar alumbrado en algunas partes con mecheros de gas y por los ángulos y vueltas que hace. De trecho en trecho encontrábamos espacios, que no dudo en llamar plazoletas, inundados de luz solar, la cual entraba por grandes huecos abiertos al patio.

Riose también Frasquito, y desbocándose luego por los espacios imaginativos, dio un bote formidable, que, traducido al lenguaje vulgar, es como sigue: «Hace poco indicó usted que me vería paseando a caballo por la Castellana. ¡Ya lo creo que podría usted verme! Yo he sido un buen jinete. En mi juventud, tuve una jaca torda, que era una pintura. Yo la montaba y la gobernaba admirablemente.

Pero aún en los momentos en que la voz del ministro adquiría más fuerza y vigor, ascendiendo de una manera irresistible, con mayor amplitud y volumen, llenando la iglesia de tal modo que parecía querer abrirse paso al través de las paredes y difundirse en los espacios, aún entonces, si el oyente prestaba cuidadosa atención, con ese objeto determinado, podía descubrir también el mismo grito de dolor. ¿Qué era eso?

Palabra del Dia

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