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Actualizado: 29 de mayo de 2025
El trueno conmovió toda la huerta, despertando una tempestad de gritos y ladridos. Sènto vio un abanico de chispas, sintió quemaduras en la cara; la escopeta se le fue y agitó las manos para convencerse de que estaban enteras. De seguro que el amigo había reventado.
Allí estaban dos hombres en el suelo, uno sobre otro, cruzados, confundidos, formando un solo cuerpo, como si un clavo invisible los uniese por la cintura, soldándolos con sangre. No había errado el tiro. El golpe de la vieja escopeta había sido doble. Y cuando Sènto y Pepeta, con aterrada curiosidad, alumbraron los cadáveres para verles las caras, retrocedieron con exclamaciones de asombro.
Había cerrado todas las puertas y se disponía á acostarse. Se aproximó al sitio en que los dos jóvenes estaban como embutidos, y en el mismo instante, una mano tan rápida como vigorosa le cogió la escopeta y se la arrancó. Con gran espanto, Bobart se encontró frente á frente con Mauricio, que tenía á Herminia á su lado. ¡Señor!... exclamó.... Y no pudo acabar.
Había hablado la Regenta de ansiedades invencibles, del anhelo de volar más allá de las estrechas paredes de su caserón, de sentir más, con más fuerza, de vivir para algo más que para vegetar como otras; había hablado también de un amor universal, que no era ridículo por más que se burlasen de él los que no lo comprendían... había llegado a decir que sería hipócrita si aseguraba que bastaba para colmar los anhelos que sentía el cariño suave, frío, prosaico, distraído de Quintanar, entregado a sus comedias, a sus colecciones, a su amigo Frígilis y a su escopeta....
Comprendía esta actitud; lo mismo haría él en su situación. Pero esto no era obstáculo para que Pep durmiese menos por la noche, y si oía gritos o tiros cerca de la torre saliese al campo con su vieja escopeta.
Manuel, una capa y un buen reloj; Momo, un vestido completo, una faja de seda amarilla y una escopeta; las mujeres y los niños, telas para trajes y juguetes; Anís, un barrilete, o cometa de tan vastas dimensiones, que cubierto con él desaparecía su diminuta persona, como un ratón detrás del escudo de Aquiles.
Con su presa en el morral, salió otra vez al camino que antes llevaba; y echándose la escopeta al hombro, marchó á largos pasos hacia su casa, pues ya había oído tocar á mediodía y no le gustaba hacer esperar á don Silvestre que de fijo, estaría arrimando las sillas á la mesa. Cerca ya de la portalada del mayorazgo, oyó un estrepitoso ruido.
Por mucha prisa que se dio Chisco en seguir a su camarada para acompañarle, no habiendo podido contenerle con razonamientos, cuando llegó al boquerón ya volvía Pito con la perruca faldera abierta en canal en una mano, en la otra un osezno como un botijo, y la escopeta debajo del brazo.
Fatigado de saltar setos y regatos y de trepar por cerros y colinas, tornaba hacia su casa una mañana el huésped de don Silvestre, con la escopeta al hombro y sin haber podido matar más que dos gorriones y una calandria.
El herrero había desaparecido; la vieja vestida de negro no estaba allí para recibirle colérica con el fulgor hostil de su único ojo. Se sentó al pie de un árbol como la otra vez, con la escopeta preparada, resguardándose detrás del tronco, por si esta soledad ocultaba una asechanza.
Palabra del Dia
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