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Actualizado: 5 de octubre de 2025


Que no lo vea nadie cuando entremos». ¿Qué significaban estos tapujos? ¡Introducir un Belén cual si fuera matute! Y como expertísimo contrabandista, hizo Plácido su alijo con admirable limpieza. La señora lo tomó de sus manos, y llevándolo a su alcoba con minuciosas precauciones para que de nadie fuera visto, lo escondió, bien cubierto con un pañuelo, en la tabla superior de su armario de luna.

3 Y Salomón le declaró todas sus preguntas; ninguna cosa se le escondió al rey, que no le declarase. 4 Y cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, y la Casa que había edificado,

Se le oía pasear en el vestíbulo. Ha sospechado que estás aquí, dijo Zoraida, pero es de todos modos un atrevimiento. Y dirigiéndose a la sirvienta: Dile que no estamos para nadie, que hay enfermos. Adriana se hincó de rodillas y escondió el semblante entre las ropas de la cama. ¡Ahora lo sabremos todo! dijo Laura con resolución.

Luego se escondió precipitadamente y sin ruido en la alcoba del padre Aliaga. Abrióse la puerta y asomó el hermano Pedro. Nuestro padre dijo ; tras viene el señor Alonso del Camino. ¡A qué hora! murmuró para el padre Aliaga. Y fué á la puerta con la visible intención de salir de la celda, pero Alonso del Camino no le dió tiempo. Se entró de rondón en la celda.

Voy a cerciorarme de ello inmediatamente.» Y riéndose y gruñendo escondió la cabeza entre las almohadas. Luego, de repente, gritó con voz que resonó en toda la casa como un trueno: ¡Mil millones!... ¿Dónde está mi pantalón? Se lo llevaron, y cinco minutos después, el anciano se hallaba ya listo, delante de su espejo; sólo le faltaba su peluca de un gris amarillento.

Pero en el mismo instante oyó pasos, y comprendiendo que se acercaba el doctor, escondió otra vez sus armas. El padre de Magdalena abrió la puerta, la cerró de nuevo y, acercándose en silencio al joven, púsole la mano en el hombro. Amaury aguardaba que el doctor le dijese algo; pero, viendo que callaba, rompió al fin aquel silencio solemne para preguntar: ¿Dice usted que tiene que hablar conmigo?

¡Me dijo que me fuera!... ¡Me dio dos pesetas! gritó al fin el niño con gran desconsuelo; y sollozando amargamente, escondió la preciosa carita en el seno de su madre.

Cuando se marcharon los dos, el prendero escondió el cuadro. A las cuatro de la tarde volvió el dueño. ¿En dónde está mi cuadro? Tengo que hablar con Vd. Bien, hable Vd., pero tengo prisa y quiero el cuadro. 50 ¿Dónde está? ¿Quiere Vd. venderlo? No, señor. Le doy cien duros por él. No quiero venderlo. 55 Doscientos. Nada. Quinientos. Nada, nada. ¿Quiere Vd. mil? 60 No, señor.

Cuando el Oriente llegó con la niña, encontraron a la madre del Poniente. Ella recibió a la niña con gran asombro y cariño. La niña hizo las mismas preguntas y la madre contestó: Mi hijo le conocerá. 145 Entonces la escondió debajo de la olla. Cuando llegó el Poniente, estaba muy enojado pero después que hubo comido, la madre sacó la niña y preguntó por el príncipe Jalma.

Al oírme entrar en su cuarto escondió precipitadamente algo. Vi que era el arma. Al tal punto se sentía oprimida entre nuestras dos pasiones, que quería morir para libertarse... Comprendí que yo no tenía derecho de hablar, de haberme introducido en su habitación; que debía dejarla entregada a su destino, a la libertad, a la muerte, pero no podía.

Palabra del Dia

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