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Actualizado: 22 de junio de 2025
Pero afortunadamente, continuó Amparo, Mustafá me ha salvado, acometiendo a aquel hombre, y dándome tiempo para escapar; es verdad que el pobre ha sufrido un horrible bastonazo, y que yo he salido del lance herida... ¡Herida! exclamé.
Sus grandes ojos negros dejaban escapar relámpagos de dulzura y de bondad; su voz fuerte y metálica adquiría a veces inflexiones suaves. Germana acabó por encontrar un parecido entre aquel grande de España y un león amansado.
El hombre de la capa dejó escapar una exclamación de desprecio mirando a la mujerzuela de arriba abajo y dirigiéndose después a mí, me dijo en tono confidencial: Estas babiecas, en cuanto que ven a un soldado con un pliego en la bayoneta, ya se sueltan a decir que es el indulto.
Y tomando el canalón, que andaba por el suelo, y ocultando el sable debajo de los manteos, salió por la puerta. El barón cogió la boina, se puso un grueso montecristo de abrigo y le siguió. ¡Alto! exclamó antes de que hubiera dado cuatro pasos. ¿No te parece que echemos la espuela? Fray Diego dejó escapar un gruñido afirmativo.
Don Mariano sintió que un torrente de palabras irritadas y coléricas se le agolpaban a la garganta, pero no pudo darle salida. Lo único que hizo fue echarle el impermeable encima a su hija, dejando escapar una especie de gruñido de elocuencia conmovedora. Cesó de llover al fin.
Dejó escapar una interjección de impaciencia, lo recogió y se quedó unos instantes pensativo. ¿Por qué se habrán de caer las cosas, vamos a ver? exclamó al cabo como si hablase consigo mismo .¿Por qué no habían de quedarse donde se las colocase?
Hace una hora que he venido repuso el señor de las Cuevas, separando los anteojos de la cara. He visto la barca desde el mirador poco después de puesto el sol. Debía suponerlo. ¿Cómo se le había a usted de escapar nada que pase por ahí afuera? Tengo mejor vista que cuando era un mozo de veinte años dijo don Melchor con firme entonación y en voz alta para que lo oyesen.
Su cuerpo estaba nervioso, a juzgar por los crujidos que dejaba escapar la silla. De vez en cuando fijaba en Genoveva una larga mirada en que se vislumbraba un deseo inquieto y temeroso y cierta lucha interior con algún pensamiento que la preocupaba.
Y lo más triste de todo añadió dejando escapar un suspiro, es que, recorriendo con la memoria los años de mi vida, me convenzo de que nunca he sido joven. ¿Cómo?...
De todos modos, es hora ya de retirarme. D.ª Rafaela se levantó de la silla y salió. El hijo predilecto de la Iglesia saludó a un amigo para figurar que no iba con ella, pero la siguió inmediatamente. Una vez en la calle, libre de la vergüenza que le producía la luz y la presencia de la gente, dejó escapar los tiernos sentimientos de cariño y gratitud que rebosaban de su virgen corazón.
Palabra del Dia
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