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Menchaca no estaba dispuesto a casarse, ni tampoco a dejar a Hortensia. La llenó de regalos y de joyas. Ella dijo que no a todo. O su mujer o nada. Menchaca prometió hacerla su mujer y Hortensia cedió. En el momento del matrimonio, Menchaca, que era voluble, se escapó del pueblo, dejando a Hortensia embarazada.

Fortunata se quedó como muerta. «Pues qué... ¿no está enfermo?». Se le escapó esta espontaneidad, y cuando quiso contenerla ya era tarde. Hacía una semana que Santa Cruz no iba a las citas, y le había enviado, por medio de Cirila, un recadito. Se había caído del caballo en la Casa de Campo, estropeándose ligeramente un brazo.

Todavía lo veo delante de mis ojos quedarse de repente inmóvil, rojo de rubor, y dejar caer de sus manos las trenzas sin saber dónde dirigir sus miradas. Papá se moría de risa; en cuanto a Marta, se escapó a la carrera. Cuando fui a sacudir su puerta, se había encerrado: no volvió a aparecer sino a la hora de la cena.

Pero Dunstan saltó uno de más y empaló su caballo en un poste. Su persona inelegante y completamente invendible escapó ilesa, mientras que el pobre Relámpago, inconsciente de su calor, rodó de costado y exhaló dolorosamente el último suspiro. Había sucedido que, pocos minutos antes, Dunstan se había visto obligado a apearse para arreglar uno de los estribos.

Un grito penetrante se le escapó a la pobre viuda; pero se dominó en seguida y estalló en una carcajada. ¿Y ese grito? murmuró la condesa estupefacta. Es de alegría, señora, de alegría dijo Marta . Ahora me podré casar, vos seréis libre y feliz, estaréis libre de todo pesar. ¡Ah, qué satisfecha estoy! Menos por que por vos, que sois mi buena y generosa señora.

Hombre, yo no conosco bien el espíritu del ejérsito, pero a me parese ¿sabe? que no debe busté intentar nada en Madrit; debe trabajar el ejérsito del Norte o el del Sentro. Después que le dije esto, sa quedó muy pensativo, y a los pocos días fue cuando sa escapó a Sagunto a ponerse al frente del ejérsito del Sentro, y ya saben lo que pasó.

Aprovechando la confusión, el caballo, ansioso de libertad, escapó desbocado hacia Madrid, sin dejarse coger de los transeúntes que lo intentaron, y en pocos minutos Zapata y sus amigos le perdieron de vista.

Un ¡ya! general, preñado de extrañas e intencionadas inflexiones, se escapó de todos los labios, y la Albornoz, abriendo cándidamente los ojos, dijo con su suave vocecita: Pues a no me han convidado hasta el presente... Las señoras soltaron el trapo a reír, y dijeron todas al mismo tiempo: Ni a ... Ni a ... Ni a ...

18 Huyó, pues, David, y se escapó, y vino a Samuel en Ramá, y le dijo todo lo que Saúl había hecho con él. Y se fueron él y Samuel, y moraron en Naiot. Y vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron. 21 Y fue hecho saber a Saúl, y él envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron.

Unos momentos más y sólo hubierais hallado aquí mi cadáver y quizás también el de esta pobre mujer. ¡Pero nos falta el otro! exclamó el corregidor. ¿No habéis visto á un negro? Era el cómplice de ese ladrón y juntos huían.... El negro escapó en aquella dirección al oiros, dijo Roger señalando hacia las piedras del desmoronado túmulo.