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Rafael era el aperador del cortijo de Matanzuela, la finca de más valía que le quedaba a Luis Dupont, el primo escandaloso y pródigo de don Pablo. Inclinado sobre el cuello de la jaca, explicaba a Fermín su viaje a Jerez. He venío a encargá unas cosillas para allá y llevo prisa. Pero antes de volver, echaré un galope para ir a la viña y ver a tu padre. Me farta algo cuando no veo al padrino.

El Magistral también pudo ver a la Regenta y a don Álvaro, casi juntos, aunque mediaba entre ellos la verja. Le tembló el bonete en las manos; necesitó gran esfuerzo para continuar aquella procesión que en aquel instante le pareció ridícula. Mesía no vio ni al Magistral ni a la Regenta, ni a nadie. Estaba medio dormido en pie. Estaba borracho, pero en la embriaguez no era nunca escandaloso.

No habría habido sin duda nada de escandaloso ni de particular, ni peligro alguno para la buena reputación del ministro, si Ester le hubiera visitado en su propio estudio donde tanto penitente, antes de ahora, había confesado culpas quizás aun más graves que la que acusaba la letra escarlata.

Y las señoras fingían no verles al pasar por su lado; se alejaban torciendo la boca con un gesto de altivez, y al encontrarse con una amiga, decían con acento irónico: «¿Ha visto usted?... Ahí está esa echándole el anzuelo, delante de todos, al hijo de doña Bernarda». Aquello era escandaloso: las señoras decentes tendrían que quedarse en casa.

Lo ocurrido es muy natural; la desvergonzada mozuela se ha encajado en la iglesia, no vestida humildemente, según su clase, sino con el lujo escandaloso de las mujeres cortesanas que bullen en las grandes ciudades y que son la perdición de los hombres. ¿De dónde ha salido el traje que llevaba puesto? Aquí nadie lo ignora. Era regalo de usted. No he de negar yo que era regalo mío.

Recordando en términos discretos la juventud tempestuosa del señor Neris, la condesa reveló a Raúl el matrimonio escandaloso de su tío con una mujer indigna que le había indispuesto con toda la familia hasta el día en que, solo y abandonado con una hija en la cuna, había venido a suplicar a su hermana que le acogiese en su casa.

Además, este lujo escandaloso de la Dorotea, servía al duque de prospecto para con otras mujeres. Sólo que la mayor parte de las que se suscribían á las obras del duque, se encontraban con que las obras no correspondían, ni con mucho, al lujo del prospecto. Pero á Juan Montiño que, á pesar de todo, conservaba un fondo de candor y virginidad en el alma, le maravilló todo aquello.

Transcurría el tiempo sin que la cubierta se viese tan poblada como en otras mañanas. Muchos sillones permanecían vacíos. Las graves señoras alejaban a sus hijas para conversar entre ellas con voz de misterio y gestos de indignación, como si comentasen algo escandaloso. No había aparecido aún ninguno de aquellos jóvenes de cuya amistad hablaba Maltrana con entusiasmo.

El jefe del alzamiento «Mangobo» fué después indultado á instancia de otros religiosos que fueron respetados por él. En esta época se pone de manifiesto de modo escandaloso las rivalidades de las distintas órdenes monásticas.

Pero el otro continuaba, siempre declamando para su Visitación: En fin, señora, me veo sin , sin Dios y sin vos, sin vos porque no os poseo... Y Visitación le tapaba la boca con las manos. ¡Escandaloso, escandaloso! gritaba. Las de la Deuda Flotante sonreían y se miraban como diciéndose: ¡Buena sociedad la de la Marquesa! El Marqués le decía en tanto al barón: ¡Como estamos en confianza!...