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Actualizado: 18 de julio de 2025


Y, bien agarrado de un pasamanos de hierro, seguí subiendo, subiendo, subiendo... Para distraerme me puse a contar los escalones... Al pasar de los quince mil perdí la cuenta y me sentí un poco mareado... Mas estaba tan contento que pude llegar hasta el final de aquella nueva escala de Jacob. Terminada la escalera interminable, penetré como por escotillón en una ancha pieza cuadrada.

Pues bien, una mañana, muy bella por cierto, subí los escalones de granito de que he hablado, llevando en el bolsillo mi nombramiento de Inspector de Aduana, firmado por el Presidente de los Estados Unidos, y fuí presentado al cuerpo de caballeros que tenían que ayudarme á sobrellevar la grave responsabilidad que sobre mis hombros arrojaba mi empleo.

Todo el edificio comprende un espacio de ciento trece metros de longitud, ochenta y cinco de latitud, y ochenta y tres de altura. La linterna circular, rodeada de doce columnas, que corona elegantemente todo el edificio, estará a una altura de ciento cuarenta á ciento cincuenta metros. Para ir desde la planta baja á lo alto de la cúpula, hay que subir cuatrocientos setenta y cinco escalones.

Tambien á Diego Gomez, el que habia Al triste caballero aconsejado, Colgaron; y lo mismo aqueste dia Al Avila hicieran, que sacado Con estos tambien fuè, y ya queria El verdugo colgarle: encaramado Estuvo en los postreros escalones, Y

El Gobernador, adelantándose á sus huéspedes, subió dos ó tres escalones, y abriendo una de las hojas de la gran ventana del vestíbulo, se encontró cerca de Perla. La sombra de la cortina ocultaba parcialmente á la madre. ¿Qué tenemos aquí? dijo el Gobernador mirando á la figurita color de escarlata que estaba delante de él.

Tenía puerta para la escalera de la Cava, y usando esta puerta Plácido se ahorraba treinta escalones. El domicilio del hablador era un misterio para todo el mundo, pues nadie había ido nunca a verle, por la sencilla razón de que D. Plácido no estaba en su casa sino cuando dormía. Jamás había tenido enfermedad que le impidiera salir durante el día. Era el hombre más sano del mundo.

El camino que llevaba a la plantación de tabaco del viejo, partía de una heredad de los Ohandos y pasaba por un foso de la Ciudadela. Abriendo una puerta vieja y carcomida que había en este foso, por unos escalones cubiertos de musgo, se llegaba al rincón de Tellagorri.

Y con el decoro propio de un paso de minueto, la pareja entró por el Pazo de Limioso adelante, subiendo la escalera exterior que conducía al claustro, no sin peligro de rodar por ella: tales estaban de carcomidos los venerables escalones.

Acompañé al paisano en busca del comerciante; preguntamos en una cordelería de la orilla del río, y nos dirigimos a una tienda de objetos navales del muelle de Borgoña, casi en el centro de la población. Era una covachuela a más bajo nivel de la calle, que tenía unos escalones desde la acera.

El alcaide se metió por una estrecha puerta y por una escalera obscura. Doña Clara le seguía sin pensar en donde ponía los pies, acertando con los escalones y con las revueltas por instinto. Al fin se vió alguna luz en las escaleras, y al acabar de subirlas se encontraron en un corredor estrecho alumbrado por claraboyas, á cuyo fin había una puerta de hierro con tres cerrojos y tres candados.

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