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Y con el decoro propio de un paso de minueto, la pareja entró por el Pazo de Limioso adelante, subiendo la escalera exterior que conducía al claustro, no sin peligro de rodar por ella: tales estaban de carcomidos los venerables escalones.

A Jacinta le daban marcos cuando los miraba con fijeza. Ya se acercaban hasta tocar con su copudo follaje la ventanilla; ya se alejaban hacia lo alto de una colina; ya se escondían tras un otero, para reaparecer haciendo pasos y figuras de minueto o jugando al escondite con los palos del telégrafo. El tiempo, que no les había sido muy favorable en Zaragoza y Barcelona, mejoró aquel día.

Y el baile en el atrio lleno de luz, el templo sembrado de hojas de hinojos y espadaña que magullaron los pisotones, alumbrado, más que por los cirios, por el sol que puerta y ventanas dejaban entrar a torrentes, los curas jadeantes, pero satisfechos y habladores, el santo tan currutaco y lindo, muy risueño en sus andas, con una pierna casi en el aire para empezar un minueto y la cándida palomita pronta a abrir las alas, todo era alegre, terrenal, nada inspiraba la augusta melancolía que suele imperar en las ceremonias religiosas.

Ninguna le igualaba en esbeltez y delicadeza: vestía con suma gracia y sencillez, y bailaba el minueto da una manera tan sutil y ligera, que aparecía del modo menos terrestre que es posible en la figura humana.

Había cantidad de muñequitos de Sajonia, de colores suaves, puros y delicados, como las nubes que el alba pinta; rosados cupidillos, atravesando entre haces de flores azul celeste; pastoras blancas como la leche y rubias como unas candelas, apacentando corderillos atados con lazos carmesíes; zagales y zagalas que amorosamente se requestaban entre sotillos verdegay, sembrados de rosas; violinistas que empuñaban el arco remilgadamente, adelantando la pierna derecha para danzar un paso de minueto; ramilleteras que sonreían como papanatas, señalando hacia el canasto de flores que llevaban en el brazo izquierdo.

Y se puso a bailar un minueto. Vaya exclamó D. Paco, echándosela de benévolo, pero afectando mucha seriedad les perdono lo que ha pasado si se acaba este jaleo, y va cada una a su puesto. La señora viene. Inés continuaba en la reja atisbando afuera, y también a ratos decía: ¡Que va a llegar! Presentación volvió a cantar, y luego dijo: Paquito de mi alma, si bailas conmigo te doy otro beso.