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Actualizado: 1 de octubre de 2025


Con los equipajes hechos, los convalecientes medio embanastados; en fin, casi con el pie en el estribo ya para volver a Madrid los tres expedicionarios de nuestra historia, dijo Leticia a su amiga al despedirse de ella: que el banquero don Mauricio bebe los vientos por ti... ¿No te gusta que te lo diga?... Lo siento, y perdona; pero escucha.

En la línea de Orleans, habríamos llegado a las cinco de la mañana; en la del Oeste, después de un fastidiosísimo viaje, llegamos a las diez. Perdimos más de dos horas en obtener nuestros equipajes, y por fin, todo en regla, nos trasladamos al vapor Villa de Brest, que esperaba, amarrado al Dock y con las calderas calientes, el momento de la partida.

Mi principal ha tenido que ir a su estancia: negocio urgente; volverá mañana. Pero todo está listo... Tiene usted habitación en un hotel de la Avenida de Mayo. Los guió entre los grupos que se abalanzaban hacia el trasatlántico. Casi se vieron solos en la sala de equipajes, y el registro de sus maletas de mano se efectuó con rapidez.

¡Oh! descargar leña, llevar los equipajes de los pasajeros... ¿Hacía mucho tiempo que estaba casada?

Al apearme en Venecia, entré con los demas viajeros en la sala de equipajes, en la cual todo el mundo tiene obligacion de descubrirse; no por cortesía, sino porque están allí los austríacos, mas insolentes que en parte alguna.

Un ómnibus debía conducirnos á Kehl, como al entrar á Francia. En la ribera izquierda del Rin se repitió la operacion anterior, de manera que pasamos el puente bajo la guardia de un gendarma badense, despues de consignar en el territorio frances pasaportes y equipajes.

Además, los trenes iban atestados de viajeros, gentes que acudían a las ferias de las ciudades para presenciar las corridas. Muchas veces, Gallardo, por miedo a perder el tren, mataba su último toro en una plaza, y vestido aún con el traje de lidia, corría a la estación, pasando como un meteoro de luces y colores entre los grupos de viajeros y los carretones de los equipajes.

El 23 de marzo, á las ocho de la noche, esperaba yo en la vastísima estacion de London-Bridge el momento en que debía partir el tren expreso por el ferrocarril de Dover. Las gentes de la Aduana hacían su oficio, pesando los equipajes, sellándolos, etc., de manera que, desentendiéndome de mi equipaje, pude ir hasta París libre de registros é incomodidades fiscales.

En cada cajoncito, nos colocamos dos viajeros, en otros nuestros equipajes; y cada cajoncito, arrastrado por un caballo, empezó á resbalar con trabajo por aquella carreta henchida de nieve. A derecha é izquierda lienzos de grandísimo espesor de nieve congelada amenazaban cubrirnos de un momento á otro: cuatrocientos hombres con hachas, tendidos á lo largo del camino, iban abriéndonos paso.

Espiaba sus actos, escuchaba sus dichos, asaltaba sus dormitorios, revolvía sus equipajes, les abría los cajones, se enteraba de sus cartas y les robaba las novelas que después devoraban las otras..., porque tenían novelas y algunas profanidades más, que eran contrabando allí; y, no conformándose con esto sólo, relataba historias desvergonzadas ¡y hacía unos comentarios!

Palabra del Dia

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