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El cielo se había calmado, los amarillos nubarrones habían desaparecido: coloraciones rosadas, y verdes, purísimas, iluminaban el occidente. El Príncipe continuó: El rencor, el odio, la envidia, la concuspicencia, todas las miserias que habían formado mi vida, se me aparecieron por fin bajo su luz sombría.

Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie distinta y acaso de naturaleza superior. A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es clarividente; pero mira con vidrios de aumento.

Siempre que la graciosa morenita, con su cabellera negra como el ébano, sus ojos rebosantes de vida, sus labios purpurinos y su aire de vigorosa y alegre juventud entraba en el salón, dominaba a Magdalena un sentimiento instintivo de pesar que habría tenido semejanza con la envidia, si su corazón angelical hubiera sido capaz de abrigar tal sentimiento; y esa desnaturalizaba en su ánimo todos los actos de su prima.

El mozo se quitó la montera, y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia.

Sólo pensó con envidia en las gentes de abajo, en los impulsivos que sienten con simpleza sus pasiones, sin el estorbo del honor y la palabra empeñada; en los hombres que saltan por encima de leyes y costumbres, y cuando quieren matar, matan.

Lejos de la mentecatez y la envidia, no tardará mi nombre en correr por toda España. Mi saber saldrá de la cueva cabildera cual generoso vino olvidado, y encenderá, por doquier, el espíritu de los hombres.

Aparece al fin la Reina, á la cual se ha mandado buscar, y se rinde homenaje á su hijo como al sucesor legítimo del trono. La inocente sangre. La judía de Toledo. Los novios de Hornachuelos. Peribáñez y el comendador de Ocaña. Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna. El Hidalgo abencerraje. La envidia de la nobleza y el cerco de Santa Fe. Las cuentas del Gran capitán.

De esta villa insigne por su maravillosa situación geográfica y por el talento de sus hijos, blanco de la envidia, no sólo de Sarrió, sino también de Santander y Bilbao y todos los demás puertos de la costa cantábrica, que en vano han pretendido humillarla; de este pueblo generoso, patriota, idealista, fue nombrado teniente párroco el joven presbítero protagonista de esta verídica historia.

Siempre han existido descontentos de la organización social; siempre los que no tienen mirarán con odio á los que poseen. Pero después de las guerras la falta de concordia social aún era más violenta. La envidia que siente el de abajo resultaba más amarga. Como los pobres habían sido soldados á la fuerza, se consideraban con nuevos derechos á poseerlo todo.

15 Y algunos, a la verdad, predican al Cristo por envidia y porfía; mas otros también por buena voluntad. 16 Los unos anuncian al Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir tribulación a mis prisiones; 18 ¿Qué pues?