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Actualizado: 6 de junio de 2025
Estamos en el lugar más recogido del laboratorio de la Naturaleza. Señores, hemos sido admitidos a presenciar sus trabajos misteriosos. Entremos en la selva profunda y sorprenderemos el palpitar primero de las nuevas vidas.
Henos aquí dijo el notario. ¡Cómo! ¿está empleado el auvernés en este establecimiento? Sin duda alguna: yo mismo le he buscado esta colocación. Vamos, el mal no es tan grande como llegué a suponer. Pero, de todas maneras, habéis cometido una imprudencia imperdonable. ¿Qué queréis decir? Entremos.
¿Y qué se me da? ¡Ah! pues si á vos no os da, á mí menos. Entremos. Se van á maravillar cuando vean en esa caverna un manto de terciopelo y una encomienda de Santiago. Nos echamos á rodar. Hace mucho tiempo que entrambos rodamos. Pues rodemos.
Aquí están dijo el señor ingeniero y su hermano, el caballero de anoche. Miraban los tres hombres con visible interés al ciego que se acercaba. Hace rato que te estamos esperando, hijo mío dijo el padre tomando a su hijo de la mano y presentándole al doctor. Entremos dijo el ingeniero. ¡Benditos sean los hombres sabios y caritativos! exclamó el padre, mirando a Teodoro . Pasen ustedes, señores.
En este caso es preciso fiarse del medicamento. Pero no nos hemos propuesto redactar preceptos que se hallan en un gran número de obras especiales, ni dar reglas higiénicas ó dietéticas. Entremos en materia. TRATADO METÓDICO DE MATERIA M
Los aleros de las casas aún estaban bañados de sol, y a él le parecía andar a tientas en la penumbra del crepúsculo. Tengo sed, Don Andrés. Entremos en cualquier sitio. El viejo le encaminaba al café de España, su refugio favorito.
Entremos dijo su novio . Esto es un cementerio de novela; un jardín como no hay otro en Madrid. La enamorada pareja sentíase atraída por el poético silencio de este rincón olvidado. En la columnata vieron a una vieja haciendo calceta, y junto a ella un hombrón, que fijó en los jóvenes su mirada escrutadora. ¿Vienen ustedes por algún pariente? dijo.
Me habéis prometido no desenvainar la espada, señor alférez dijo Juan Montiño. Es verdad que os lo he prometido, aunque no es la costumbre: los padrinos siempre riñen. Lugar tendréis de reñir si me matan; pero entremos bajo techado, porque llueve muy bien. Eso es: en estas casas hundidas han quedado algunas habitaciones en pie. ¿Estáis ahí, amigo Velludo? Aquí estoy. ¿Habéis traído linterna?
Despues de esto, es bien seguro que tendrás interés en saber la historia de esta ciudad que tanto has paseado, y que tanto te ha llevado y traido como palillo de barquillero. Dividiré nuestras excursiones en dias, y cada dia llevará á la cabeza un resúmen de todos los asuntos en él contenidos, para que, de un solo golpe de vista, puedas vislumbrar el espacio que has de correr. Entremos en asunto.
Sin embargo, usted me exigió que viniera... ¡Ah! ¿lo tomó usted como sacrificio? ¡Valentina!... ¡Si yo pudiera decirle todo lo feliz que usted me ha hecho! Entremos, Julio me repuso, poniéndose seria; y en ese momento la familia salía a recibirnos, y Valentina, abrazando a su madre, le decía: Mira, qué flores, mamá, ¿no es verdad que son divinas?
Palabra del Dia
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