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Actualizado: 7 de junio de 2025
Sé muy bien, sé y conozco perfectamente que no debo al cielo el don de poeta; sé que no se agita en mi alma ese divino espíritu, esa especie de delirio sagrado. Además de los versos á Sevilla, he escrito un entremés casero para el album de una amiga nuestra de Madrid, la cual ha escrito á mi compañera, exigiéndola el cumplimiento de la palabra que mi mujer la dió, hace más de un año.
Cervantes, Quijote, I, 20: «... y no querría que pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo.» Calderón, en su Entremés de las Carnestolendas: «VEJETE. Hombre, ¿comes, o engulles? GRACIOSO. ¡Lindo chasco!
Es probable que pertenezca también á los recuerdos de esta época el animado entremés, titulado La cueva de Salamanca. D. Juan López de Hoyos parece haber sido el primero, que alentó al joven poeta en su carrera.
la Buena Gloria, repito, continuó después en toda su escandalosa solemnidad, á despecho de sermones, de anatemas y del entremés citado; atravesó impávida épocas de tirantez é intolerancia, y sin que nada haya podido contra ella, logró aclimatarse en la moderna atmósfera de fósforo y vapor, y aquí existen todavía en uso sus inconcebibles prácticas .
«La comedia ahora empezamos; De aquí á dos horas saldremos, Cuando ya estará acabada.» Lope de Vega, en la época, en que las comedias tenían cuatro jornadas, dice que en cada uno de los tres entreactos se representaba un entremés; pero después no se hizo así, y ordinariamente se representaba uno solo.
A los ejemplos que transcribe el señor Bonilla podrían añadirse otros, éste, verbigracia del Entremés de los invencibles hechos de Don Quijote de la Mancha, compuesta por Francisco de Ávila, publicado en 1617, y reimpreso en 1905 con prólogo y notas de don Felipe Pérez y González: «MUJER. Estánme echando todos bernardinas, pidiéndome imposibles por momentos. VENTERO. ¿Qué os piden, por mi vida?
Para aplacar esas manifestaciones de descontento, en lo posible, acostumbraban los poetas en las loas solicitar la indulgencia, el silencio, etc., del público; así se comprenden las siguientes palabras, que leemos en un entremés de Luis Benavente : LORENZO. ¡Piedad, ingeniosos bancos! CINTOR. ¡Perdón, nobles aposentos! LINARES. ¡Favor, belicosas gradas! BERNARDO. ¡Quietud, desvanes tremendos!
El acabar de comer con este postre se menciona con frecuencia en nuestros libros del buen tiempo: Don Antonio Hurtado de Mendoza, en el Entremés del Examinador micer Palomo: «VALIENTE. Yo he tenido quinientos desafíos; he hecho sobre el duelo dos comentos; seiscientos antuviones he pegado y he reñido cien veces en ayunas. MR. PALOMO. ¿Qué fuera al fenecer las aceitunas...?»
El pobre vulgo no sabía lo que le había sucedido: pasó esto, y hice mi entremés de bobo, dije la coleta del huevo, y llegóse el punto de matar al triste Abel, y olvídaseme el cuchillo para degollarle, y quítome la barba y degüéllole con ella. Levántase la chusma, y empieza á darnos grita; supliquéles perdonaran nuestras faltas porque aún no había llegado la compañía.
Al fin, animado con este aplauso, me desvirgué de Poeta en un romancico, y luego hice un Entremés y no pareció mal. Atrevíme á una Comedia, y porque no escapase de ser divina cosa la hice de Nuestra Señora del Rosario. Comenzaba por chirimías: había sus Animas de Purgatorio, y sus demonios que se usaban entonces con su bú, bú, al salir, y rí, rí, al entrar.
Palabra del Dia
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