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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Y acercándose a él y metiéndole la voz por el oído, comenzó a decirle: ¿No comprendes, mentecato, que Miguel no es hijo mío?... Si lo fuese le pegaría como a ti... Pero tú eres mayor qué él, y estás en tu casa... Debieras dar ejemplo... ¡A quién se le ocurren sino a ti esas cosas, majadero!... Eres capaz tú solo de revolver esta casa y todas las de Madrid... ¿Es eso lo que te enseña el maestro en la escuela? ¿Di, gaznápiro, di?...
De la bandera que saluda en lo alto de un trinquete á la que flamea en lo elevado de un muro, encuentro la misma diferencia que en el pañuelo que absorbe una lágrima al que reprime una sonrisa. El muro acusa confianza, su enseña define una patria; la nave indica un peligro, su bandera constantemente escribe en sus pliegues un desconsolador adiós de despedida.
De todas partes quería sacar provecho don Frutos, y prueba de ello es que decía, por ejemplo: «Que Manrique se enamora de Leonor, y que el conde también se enamora, y se la disputan hasta que ella y el perdulario del poeta amén de la gitana, se van al otro barrio, ¿y qué? ¿qué enseña eso? ¿qué vamos aprendiendo? ¿qué voy yo ganando con eso? Nada».
Es nada menos que la circular que un alto prelado dirige a los curas de las parroquias de su diócesis, y que trata de la instrucción pública. Amenaza con el infierno Todo el documento es un ataque contra las escuelas del gobierno, únicamente porque en ellas no se enseña la religión católica, amenazando con el infierno a los padres de familia que envían a ellas a sus hijos.
Hácelos marchar y contramarchar toda la noche, hacer alto, alinearse, marchar de frente, de flanco. Es un cabo de instrucción que enseña a unos reclutas, y la vara del cabo anda por la cabeza de los torpes, por el pecho de los que no se alínean bien; ¿qué quieren? ¡así se enseña!
Preceptos más sensatos acerca de la composición y del estilo del drama, expone á un poeta cómico Bartolomé de Argensola, hermano de Lupercio Leonardo, á quien ya conocemos; pero sus reglas son, en parte, de esa naturaleza profunda que nos enseña que un cuerpo humano no puede tener cabeza de caballo.
El viento silbaba en las encrucijadas, ladraban los perros, comenzaba a llover a chaparrón. Decidí entrar en la primera fonda o posada que me saliera al paso. La primera que encontré fue una que tenía una enseña con un caballo. Se llamaba así: El Caballo Blanco. Era de estas fondas tranquilas, poco frecuentadas, que hay en las islas británicas, que tienen un carácter de limpieza y respetabilidad.
Se vieron ante un teniente coronel, que los recibió como un ingeniero que enseña sus talleres, como un oficial de marina que muestra las baterías y torres de su acorazado. Era el jefe del batallón que ocupaba este sector de las trincheras. Don Marcelo le miró con interés al pensar que su hijo estaba bajo sus órdenes. Esto es lo mismo que un buque dijo luego de saludarles.
¡Oh patria, oh Buenos Aires! tú ocupas hoy la mente De miles de proscriptos por tierras estrangeras, De grandes ciudadanos á los que el ser tu dieras Y vagan desterrados del suelo de su amor; Y tu eres para ellos el sueño de su vida, Eres la blanca estrella que guia al peregrino, Y en noche tempestuosa le enseña su camino Como astro de los mares que alumbra al viajador.
Animosa prosigue tu jornada... Bajo el beso del hada de la Historia, tu naciste con alma destinada a ser conquistadora de la gloria! Con un amor ardiente e infinito, enarbola la enseña de la ciencia... En las hojas del libro allí está escrito el poema inmortal: la independencia!
Palabra del Dia
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