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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Antes de responder Flora pasea una mirada de infantil curiosidad por la estancia, cosa que al capitán le hace poca gracia. En vez de ocupar una de las grandes habitaciones del piso principal el señor Ramírez del Valle dormía, se lavaba y leía y hacía sus cuentas en un pequeño cuarto de la planta baja que tenía su entrada por el portal y una ventana enrejada á la calle.

Entonces, con el objeto de contemplarlos á su sabor y sin riesgo de ser visto, dió un pequeño rodeo. Saltó la cerca de la pomarada, que no era muy alta y ofrecía grietas donde apoyar los pies. Desde allí penetró en la huerta, empujando la puerta enrejada. Mas apenas había avanzado algunos pasos, cuando se detuvo repentinamente con espanto.

Enrejada era también la puerta, por la cual se veía un patio con pavimento de azulejos y columnas de mármol, donde había grandes macetas con flores y plantas. «¡Qué árabevolví a exclamar para mis adentros, mientras buscaba por todas partes el llamador. Di por fin con un cordelito, tiré de él y sonó la campanilla.

Rosa señaló con mano trémula al pajar. Andrés escaló la pared prontamente, apoyándose en las estacas que para subir había clavadas: tiró de la portilla enrejada de madera que lo cerraba, y la abrió sin dificultad. Desde adentro extendió las manos a Rosa, que ya subía, y haciendo un gran esfuerzo consiguió suspenderla y colocarla junto a . El pajar estaba mediado de yerba.

Arregló su paraguas lo mejor que pudo, y como los ímpetus del viento hubiesen sosegado un instante, saliose del portal, no sin dirigir una mirada de miedo y hostilidad a la gran puerta negra del fondo, en lo alto de la cual ardía tristemente una lamparilla de aceite detrás de una ventanilla enrejada.

Parecióle a Maritornes que sin duda don Quijote daría la mano que le habían pedido, y, proponiendo en su pensamiento lo que había de hacer, se bajó del agujero y se fue a la caballeriza, donde tomó el cabestro del jumento de Sancho Panza, y con mucha presteza se volvió a su agujero, a tiempo que don Quijote se había puesto de pies sobre la silla de Rocinante, por alcanzar a la ventana enrejada, donde se imaginaba estar la ferida doncella; y, al darle la mano, dijo: -Tomad, señora, esa mano, o, por mejor decir, ese verdugo de los malhechores del mundo; tomad esa mano, digo, a quien no ha tocado otra de mujer alguna, ni aun la de aquella que tiene entera posesión de todo mi cuerpo.

Después atravesaron la calle y entraron en la huerta por una gran puerta enrejada de hierro. Era la huerta cuadrilonga y bastante espaciosa, y estaba cerrada por altos y toscos muros deteriorados. En el fondo había otra puerta igual á la primera que daba paso á la pomarada.

Arrodillose sobre la tarima contigua al confesonario, oró breves instantes y acercó al fin su rostro demacrado a la ventanilla enrejada. El P. Gil estaba inquieto, muy poco satisfecho de aquella preferencia. No que el confesar a una joven mas o menos agraciada le importase nada. Era el suyo un temperamento puro, sosegado. La lucha con la carne no le había costado nunca grandes fatigas.

Eso que ahora es una tapia regular con puerta enrejada, fue en años témporas, como dicen los poencos de tu Serranía, ¡oh, gitana! casi muralla de sitio con su portón correspondiente; como fue patio con horno y pozo que aún se conserva, según podéis ver, y no cuántas accesorias, esto que a la presente es jardín.

D. Primitivo parecía el dueño de la casa, y desde que la puerta enrejada se cerrara tras él se creyó en el caso de no cerrar boca á fin de explicar á los circunstantes las particularidades y pormenores de todas y cada una de las plantas que iban encontrando, sin perdonar el más insignificante detalle que pudiera esclarecer á sus oyentes en asunto tan delicado.

Palabra del Dia

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