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¡Farsa! exclamó con enojo el diplomático . Pero ya comprendo el juego. Lo mismo hace mi sobrina cuando quiere obligarme a que revele los secretos de Estado.

Nada más absurdo, más bárbaro, más repugnante, que disputar á un padre el santo derecho del consejo, de la persuasion, de las lágrimas, hasta el enojo, porque muchas veces nos enojamos por lo que queremos, por el bien que ansiamos para los objetos de nuestro amor; pero de ningun modo puede darse á un padre la facultad de que haga un derecho de la violencia, de un abuso, de un atentado.

3 Contra los pastores se ha encendido mi enojo, y yo visitaré los machos cabríos; mas el SE

Pues oye... sube corriendo, coge al niño, mira si está limpito y bájalo... Yo tengo leche para dos. Oposición de los padres, enojo del marido, advertencias del médico, todo fue inútil.

Y pesábale que su padre mostraba estar tan mal con él que le quisiese matar é procurar la muerte, viendo él en que no le habia dado causa para que dél hobiese enojo é dél tuviese malquerencia, sino que ántes procuraba y habia procurado hacerle todo servicio, y hacerle todo placer y contentamiento; y como conociese que el enojo y pasion que dél tenia era por invidia de ver quel escedia á todos sus hermanos, tenia algun tanto de pasion por ello.

15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. 17 Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho enojo y dolor e ira. Esto vanidad es, y enfermedad maligna. 4 Porque en vano vino, y a tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre.

Sánchez Morueta, resucitado á la juventud después de su triunfo en los negocios, sufría un desencanto cada vez que se aproximaba á su mujer con delicadezas ó arrebatos de enamorado. Cristina le miraba con enojo, como si este cariño extremado la ofendiera, colocándola al nivel de las vendedoras de amor.

Como se ha visto, corre entre nosotros gran peligro el sacramento instituido o iniciado en el Jordán por aquel santo varón, giróvago fluvial, que perdió la cabeza por el raro capricho de la bailarina Salomé. Las bondadosas gentes que hacen a mis escritos la merced de sus ojos recordarán la causa del enojo de Petrona.

Don Acisclo se enojó y se enfurruñó un poco. Doña Luz, sin embargo, en vez de enmendarse, siguió riendo, y terminó por prorrumpir en sonoras carcajadas. ¿Qué pasa? ¿Qué hay de tan gracioso para reír así? dijo D. Acisclo. Doña Luz no contestó, y rió con más violencia. Su risa vino a tener muy alarmantes condiciones. Se conocía que era ya independiente de su voluntad: nerviosa, insana.

Y la escuálida chiquilla miraba maliciosamente a su amiga gozándose en su mal humor y en la inquietud de Ramoncito. Yo no tengo gana de saber nada. Ya lo oye usted, Ramón. Esperanza no tiene gana de oir hablar de sus novias. Yo bien por qué es, pero no lo digo.... ¡Qué tonta eres, chica! exclamó aquélla con verdadero enojo.