United States or Isle of Man ? Vote for the TOP Country of the Week !


El Egipcío no cabia en de enojo. ¡Qué abominable pais es Basora! mil onzas de oro no me han querido dar sobre la alhaja mas preciosa del mundo. ¿Cómo así? dixo Setoc; ¿sobre qué alhaja?

Y cuando no, la infanta me ha de querer de manera que, a pesar de su padre, aunque claramente sepa que soy hijo de un azacán, me ha de admitir por señor y por esposo; y si no, aquí entra el roballa y llevalla donde más gusto me diere; que el tiempo o la muerte ha de acabar el enojo de sus padres.

Lo que resta es que mañana nos pongamos en camino, porque ya hoy se podrá hacer poca jornada, y en lo demás del buen suceso que espero, lo dejaré a Dios y al valor de vuestro pecho. Esto dijo la discreta Dorotea, y, en oyéndolo don Quijote, se volvió a Sancho, y, con muestras de mucho enojo, le dijo: -Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España.

María se levantó bruscamente de la silla y le dijo con cierta dulzura no exenta de severidad. Ricardo, no vuelvas a hacer eso. ¿Pues? Porque no me gusta. ¿Desde cuándo? Desde siempre; no seas tonto. Estas palabras las dijo ya con enojo, y señaló otra etapa desgraciada de los amores de Ricardo.

¿Lo ves? exclamó ella fingiendo enojo, antes de ir, ya comienzas a faltar... Yo creí que las manos no entraban en el juramento. ¡Entra todo! dijo ella con severidad en la voz y la sonrisa en los ojos. A los dos minutos el joven la siguió. Halló la puerta del cuarto entornada, y entró. La habitación de Venturita, era como su dueña, pequeñita y linda, amueblada con lujo.

El rostro impasible de Primitivo no revelaba rencor ni enojo. Con su laconismo y seriedad habituales, hablaba del tiempo desapacible y metido en agua, que casi no había consentido majar, ni segar el maíz, ni vendimiar como Dios manda, ni cumplir en paz ninguna de las grandes faenas agrícolas.

¡Jesús, qué diablos de hombres! ¡Me habéis asustado! exclamó Flora pasando instantáneamente del enojo á la risa. Demetria no dijo nada, pero clavó sus grandes ojos límpidos en Nolo con expresión amorosa.

Sin embargo, había una dureza y severidad en él que no había tenido jamás el de su madre; pero cuando sonreía, al desaparecer esta dureza, la semejanza era realmente maravillosa. No se le ocultó a nuestro mancebo el enojo que la dama recibía de su tenaz persecución. Y no podía menos de reirse interiormente de aquel extraño error.

La impaciencia, la cólera que constantemente experimentaba, habían exaltado su cerebro e inflamado su sangre, determinando una fiebre maligna, y en el estado de irritación en que se encontraba, no sabiendo en quién descargar su enojo, eligió a su sobrino como víctima y se vengó en él de la revolución de julio.

La última extravagancia que había cometido, y de la cual le enteró el secretario del obispo, le puso en un estado tal de confusión y enojo que en muchos días no quiso hablar con ella, ni menos se avino a confesarla. El suceso había trascendido y se comentaba mucho y se reía no poco también.