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Actualizado: 22 de junio de 2025


«¿Está usted enojada conmigo por las tonterías que he dicho? ¿Se ha resentido usted?...». Isidora negó con la cabeza. «¡Ah! ¡Ya , ya exclamó él con regocijo, variando de pensamientos. Creyó penetrar entonces en la verdadera causa del dolor de su amiga. Había entendido que Isidora estaba mal de intereses.

Vamos, Maximina, serénese V.... eso ya pasó. Pero Adolfo, desde el pasillo, empezó a vociferar: Que salga, que salga esa hipócrita... No me marcho de aquí hasta que le atice unas cuantas piñas. A las voces que daba y al ruido que acababan de hacer, subió doña Rosalía preguntando enojada: ¿Pero qué es esto? ¿qué pasa aquí?

U con saliva de mona repuso ella muy enojada : ¿no sabes que la has desatornillao toda a puros brincos? ¿Quién tiene la culpa? Déjalo, mujer... por ahora; el mes que viene... Estoy viendo que te voy a pedir de comer y me vas a decir que aguarde a otro mes. Pues el casero es como el tren, que no espera por nadie, y ha cumplido ayer; conque venga parné o me busco un señor.

Aunque dió satisfacciones a Amparo, no fueron éstas muy calurosas. Quedábale, en el fondo, la duda. Bien lo echó de ver ella, por lo que siguió enojada. Concluyó por decirle: Mira, lo mejor que puedes hacer es irte a almorzar. No quiero más historias.... ¡Ah! y no dejes de traerme esta noche guita, que me está haciendo mucha falta.... A no ser que prefieras que te mande a casa las cuentas....

, padre. Ea, vete á tus quehaceres, que yo voy á ver á Clarita. Y, en efecto, el P. Jacinto y la criada se fueron por su lado cada uno. Entre tanto, D. Fadrique se hallaba ya en presencia de Doña Blanca, sorprendida, pasmada, enojada de tan imprevisto atrevimiento.

El coronel Roberto, aunque no era cobarde, sentía para una mujer enojada un miedo supersticioso; retrocedió para dejarle libre el paso y fue a rodar impotente por el canapé.

Por la noche comuniqué a ésta la noticia; pero, en vez de recibirla con alegría, se me puso muy enojada. ¿Qué? ¿Un año todavía? ¿Y me lo cuentas con esa tranquilidad?... Ceferino, mira que te lo digo yo, ¡ no tienes corazón! ¡Oh Gloria! respondí, todo sofocado, llevándome la mano al pecho . No me digas eso. Aquí lo siento latir sólo por ti. Si dejases de amarme algún día, tengo la seguridad...

Era una joven de tez morena y no desprovista de gracia. Adiós, Eladia, hija mía. Saluda á los amigos, mujer. No por qué te pones tan seria cuando está Quino delante. Adiós. Yo no me pongo seria manifestó la joven poniéndose no sólo seria sino encrespada. Si estás enojada porque haya salido hoy del pueblo, puedes tranquilizarte.

Muy admirada, sin embargo, y aun enojada por el paso que aquél había dado, quiso no obstante dar algunas horas a la reflexión; más de una secreta repugnancia tuvo que vencer, pero, en fin, en la extremidad a que se veía reducida, ¿cómo no aceptar ese refugio, después de todo honroso, que le abría una mano afectuosa y fiel?

Marquesa está enojada con ella, y que es preciso que a salir del convento se decida. Insiste mucho en esto, ¿eh?; dile que nos vamos para Madrid, y que en la Corte del nuevo rey José I... ¡Demonio, eso que ha sonado es un tiro de obús!... Me parece que ha caído una granada en el techo de esa casa. ¿Una granada?

Palabra del Dia

irrascible

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