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Actualizado: 26 de junio de 2025


Consistía ésta en la manía de querer hacer creer á todo el mundo, que detrás de él, siguiéndole, persiguiéndole, engalanada con sedas y joyas, iba constantemente la comediante Dorotea; que cuando se acostaba, Dorotea se sentaba á la cabecera de su cama. Y esto, que era asunto de risa para la canalla de escalera abajo de palacio, era una verdad para el infeliz.

Haga el favor de llevarme allí dijo Julián levantándose y limpiándose apresuradamente los labios sin desdoblar la servilleta. Antes de dar con el marqués, recorrieron el capellán y su guía casi toda la huerta. Aquella vasta extensión de terreno debía haber sido en otro tiempo cultivada con primor y engalanada con los adornos de la jardinería simétrica y geométrica cuya moda nos vino de Francia.

No se lo confesaba, no quería confesárselo; pero tal vez recelaba con miedo que no era sólo la devoción la que allí le llevaba, sino también la esperanza de volver a ver a D. Jacinto. Y la esperanza se cumplió. María Antonia volvió a verle; mas ¡ay! ¡cuán diferente del que antes era! Había descendido de un coche lujoso y llevaba al lado a la señora marquesa, su mujer, muy engalanada y muy fea.

Estaba linda en extremo, muy elegante y ricamente engalanada con magníficas joyas, y manifestando en el rostro juvenil y ruboroso gran satisfacción y contento. ¿Qué había de hacer don César?

Sus dedos eran demasiado gruesos y torpes para aquella operación: además, ojales y botones, aquéllos por chicos y éstos por grandes, parecían preparados con diabólica astucia; y entretanto sus miradas venían a caer precisamente en medio del escote de la corista, cuyos rizos le rozaban al menor movimiento, cosquilleándole en la frente. Nunca había visto tan de cerca mujer engalanada de aquel modo.

El padre y el hijo se dieron un abrazo muy apretado y muy prolongado. Al mes justo de esta conversación y de esta lectura, se celebraron las bodas de D. Luis de Vargas y de Pepita Jiménez. El padre vicario tuvo, pues, el gusto de casarla con D. Luis. La novia, muy bien engalanada, pareció hermosísima a todos, y digna de trocarse por el cilicio y las disciplinas.

A la misma puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar, y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las fiestas.

Todos los hombres me parecían malos cómicos, que charlaban un papel aprendido de memoria. En cuanto a las mujeres... ¡las mujeres! las miraba con odio. «He allí, me decía, esa eterna mentira engalanada, que en todas partes ríe, que a todas partes lleva su hediondo misterio.

A veces, dejándose llevar de su apasionado afán, salía del Camón y daba dos o tres vueltas por la casa con todos aquellos arreos sobre su cuerpo. Para esto esperaba a que la criada y los niños estuviesen fuera y D. Francisco encerrado en Gasparini con Paquito. Más de una vez se mostró engalanada a la admiración de Cándida, solicitando del criterio de esta una aprobación o censura juiciosas.

Veía por todas partes á Dorotea, engalanada, pero lívida, horrible. Huía de mismo, pretendiendo huir de ella, en vano; porque la llevaba consigo, porque su locura había dado una forma real á sus remordimientos. El infeliz se había quedado solo.

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