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Actualizado: 9 de mayo de 2025
No era posible dejar de recordar el tan traído como llevado símil de la luz de la aurora disipando las tinieblas. La madre pensó chochear de alegría. ¡Otra vez, otra vez! exclamaba . ¡Encanto, cielo, cielito, monadita mía, ríete, ríete! Por entonces la sonrisa no se dignó presentarse más. La zopenca del ama negaba el hecho, cosa que enfurecía a la madre.
577 Llora la pobre afligida, pero el indio, en su rigor, le arrebató con juror al hijo de entre sus brazos, y del primer rebencazo la hizo crujir de dolor. 578 Que aquel salvaje tan cruel azotándola seguía; más y más se enfurecía cuanto mas la castigaba y la infeliz se atajaba los golpes como podía.
Pena infernal me causaba esta aparición trágica, pero me causaba a la vez tan inefable y sublime deleite, que mi alma toda se enfurecía de que fuese aquello ilusorio y vano y pugnaba aún por mantenerlo, al menos por recuerdo, como real y consistente. No; la causa de nuestro amor a la mujer no reside sólo en nuestro miserable cuerpo.
Creyó Batiste oir gritos ahogados de mujer, choque de muebles, algo que le hizo adivinar una lucha de la pobre Pepeta deteniendo á Pimentó, el cual quería salir para dar respuesta á sus insultos. Después no oyó nada, y sus improperios siguieron sonando en un silencio desesperante. Esto le enfurecía más aún que si el enemigo se hubiera presentado.
Por el asunto más baladí armaba una reyerta, se enfurecía y concluía por maltratarla. Soledad se encerraba en su cuarto, lloraba un rato y volvía al cabo á él más sumisa y más enamorada que antes. Fuerza es declarar que el guapo no solía excederse en estos castigos, como otros: ni la hería ni la dejaba casi nunca señales ó cicatrices.
Así andaba por todo el caserón, como si estuviera muriendo alguno. Sin darse cuenta del porqué, don Víctor se figuraba el misticismo de su mujer como una cefalalgia muy aguda. Lo principal era no hacer ruido. Si el gato de Anselmo mayaba abajo, en el patio, don Víctor se enfurecía, pero sin dar voces, gritaba con timbre apagado y gutural: ¡A ver! ¡ese gato! ¡que se calle o que lo maten!
En España decía gravemente no hay cristiano que pueda levantar el dedo. Todos somos nietos de judíos o de moros. Y el que no... el que no... Aquí se detenía, y tras una breve pausa afirmaba con resolución: Y el que no, es nieto de fraile. En la Península no se conoce el odio tradicional al judío que aún separa la población de Mallorca en dos castas. Pablo Valls se enfurecía hablando de su patria.
Palabra del Dia
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