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Hoy, antes de entrar en su cuarto, me detuve un momento en el umbral, según suelo hacerlo, para reunir mis energías, y que le decía a su padre con voz infantil, llena de ternura: » ¡Estoy muy mala!... ¿Pero usted, papá, me salvará? Porque si yo muriera añadió en voz baja, moriría él también. » , Magdalena mía, : si mueres, también yo moriré. »Entonces entré y me senté a su cabecera.

Tener hijos, un hijo en quien él mismo reviviera, eso daría nuevo impulso a su vida y una hermosa finalidad a sus energías... Cuando se examina a fondo, Delaberge llega a confesarse que, en ese cambio de vida, lo que con mayor fuerza le atrae no son precisamente los encantos de la compañía conyugal, sino la esperanza y las alegrías de la paternidad.

De usted depende que le diga adiós o hasta la vistaAquella despedida trivial, de una sequedad perfecta, me causó el efecto de un derrumbe. Después, al abatimiento sucedió la cólera. Y acaso la cólera fue lo que me salvó. Ella me prestó energías para reaccionar y adoptar un partido extremo. Aquel mismo día escribí dos o tres cartas diciendo que me ausentaba de París.

Algunos marchaban á su encuentro en línea recta, como si no le viesen, y tenía que apartarse para no ser volteado por este avance mecánico y rígido. Al fin se refugió en el pabellón del conserje. La mujer le veía con asombro, caído en un asiento de su cocina, desalentado, la mirada en el suelo, súbitamente envejecido al perder las energías que animaban su robusta ancianidad.

El pobre gigante no pudo resistirse á las energías mecánicas conjuradas contra él; se sintió empujado brutalmente, hasta caer al suelo, y luego arrastrado un largo espacio, derramando sobre la huella que dejaba su cuerpo dos regueros de sangre. Los hilos metálicos partían sus carnes como el filo de un cuchillo.

Pues hagamos dos cosas: explotemos convenientemente el suelo haciéndole producir los ricos tesoros de su fecundización, y no perdamos medio para que miles de familias peninsulares lleven á aquellos lejanos países sus energías, sus conocimientos y adelantos, mezclen su sangre con la del indio, creen allí intereses y alejen por completo la más remota sospecha de una separación violenta.

El peligro inminente reavivó las energías de los defensores de la trinchera, y el combate comenzó de nuevo más furioso, más desesperado que la primera vez.

Por ese doble juego de gobiernos simultáneos, mancomunados y superpuestos sobre el pueblo, el temporal para las necesidades de este mundo, el espiritual para las necesidades del otro, nuestros antepasados treparon la cuesta de la vida con dos enormes pulpos sobre las espaldas, que les impedían desarrollarse y crecer, arrebatándoles todavía la mayor parte del mezquino fruto de sus amenguadas energías, en compensación del trabajo que se tomaban para coartarles el pensamiento que es una forma del movimiento, como la electricidad, el magnetismo o la luz, matarles el espíritu de iniciativa y tutearlos después que les habían tullido la capacidad de obrar y de conducirse solos.

Representaba allí el dinero, es decir, la fuerza de las fuerzas y la energía de «las energías del país», y su voz, expresión sincera de su adhesión incondicional al Gobierno, y de su amistad intensísima e imperecedera a la familia del «prócer generoso» que le escuchaba, debía resonar también en aquellos ámbitos.

En suma, yo infiero, de lo que me dices, estas desconsoladoras y amargas verdades; que te has burlado de ; que mi segunda juventud, mis hazañas y mi gloria fueron soñadas; que mis delitos también lo fueron; y que siéndolo, quedan en duda las energías de mi ser y no merezco ahora, ni más ni menos que antes, alabanza o vituperio, galardón o castigo.