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Ninguna causa positiva justificó el descenso y la caída; pero había prodigado su jovialidad ingénita hasta sentirse entristecido, y había trasvasado sus altruismos hasta ponerse egoísta y había dilapidado sus energías morales hasta caer exánime en la abyección y en el vicio.

Con todo, en el género puramente artístico y literario, no había producido aún la obra que era dable esperar y que hoy llega con TRANSFUSIÓN, como un resumen de energías y una síntesis de belleza. Es una novela autóctona en la más estricta acepción del vocablo, pero lo es a la manera de las que soportan traslaciones a idiomas extraños y ello merced a la universalidad del asunto.

Cuando el sentido de la utilidad material y el bienestar domina en el carácter de las sociedades humanas con la energía que tiene en lo presente, los resultados del espíritu estrecho y la cultura unilateral son particularmente funestos a la difusión de aquellas preocupaciones puramente ideales que, siendo objeto de amor para quienes les consagran las energías más nobles y perseverantes de su vida, se convierten en una remota, y quizá no sospechada región, para una inmensa parte de los otros.

Años y más años pasaron, llevándose como un torrente sus deseos y sus energías hacia riberas que no eran precisamente las de la ternura. Si alguna vez recordaba los episodios de sus principios en Val-Clavin no era sino para reírse desdeñosamente de ellos como hace el hombre maduro con las locuras de la juventud.

Los primeros choques en Bélgica y en el Este, media docena de batallas, habían bastado para producir estas ruinas físicas, en las que aparecía la belleza varonil con los más horribles ultrajes... Estos organismos que se empeñaban tenazmente en subsistir, paseando bajo el sol sus renacientes energías, sólo representaban una exigua parte de la gran siega de la muerte.

Como en la Europa central y occidental los teólogos no lograron mantener en tensión máxima universal el terror religioso, la inteligencia humana pudo emanciparse del peligro teológico y llegar a engrandecerse con todo el poder de las energías cósmicas, que trabajan gratuitamente para todo el que aprende a gobernarlas.

Su reinado fue grande porque se prolongó hasta él el impulso de las energías incubadas por la Edad Media; fue execrable porque su política torció los derroteros de España, impulsándonos al fanatismo religioso y a las ambiciones de un cesarismo universal. Adelantados en dos o tres siglos al resto de Europa, era España para el mundo de entonces lo que es Inglaterra para nuestra época.

El hallazgo era negativo, es decir, había descubierto que la mejor organización de los estados es la desorganización; la mejor de las leyes la que las anula todas, y el único gobierno serio el que tiene por misión no gobernar nada, dejando que las energías sociales se manifiesten como les da la gana. La anarquía absoluta produce el orden verdadero, el orden racional y propiamente humano.

Luego la fatiga pudo más que su voluntad, y acabaron tendiéndose en el fondo de la embarcación. La lobreguez de la noche abatió sus energías. ¿Para qué seguir remando á través de las sombras, sin saber adonde iban? Era mejor esperar la luz de la mañana, economizando sus fuerzas.

Por otra parte, una civilización que esté destinada a vivir y a dilatarse en el mundo; una civilización que no haya perdido, momificándose, a la manera de los imperios asiáticos, la aptitud de la variabilidad, no puede prolongar indefinidamente la dirección de sus energías y de sus ideas en un único y exclusivo sentido.