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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Encarnación era costurera; moza robusta, colorada, mofletuda, de fisonomía vulgar. Entre los artesanos de Sarrió pasaba por la mejor moza de las cuatro: para el catador inteligente y refinado valía muy poco.

¡Cuán majestuosa se alza ante esa piedra monumental, encarnacion ayer de las antiguas castas, encarnacion más tarde de la política y del arte modernos! Aquella piedra se representa en mi fantasía como el gigante desterrado de un siglo, á quien otro siglo da razon en una hora de verdad y de entusiasmo.

Ya lo creo dijo doña Encarnación ; como que ahora andamos engolfados en negocios tan productivos, que ganamos un ciento por ciento al año.

Ella, encarnación de la ama de casa, fría y tímida, sometida a todas las fatalidades de la existencia cuotidiana; él, encarnación del propietario, pesado y obtuso, incapaz de toda pasión. Discurría en esta forma, mientras mi corazón estuvo lleno del sentimiento amargo de que yo pasaba inadvertida y era inútil.

En aquella idea vaciaba, como en un molde, todo lo bueno que ella podía pensar y sentir; en aquella idea estampaba con sencilla fórmula el perfil más hermoso y quizás menos humano de su carácter, para dejar tras una impresión clara y enérgica de él. «Si me descuido pensó con gran ansiedad , me cogerá la muerte, y no podré hacer esto... ¡qué gran idea!... Ocurrírseme tal cosa es señal de que voy a ir derecha al Cielo... Pronto, pronto, que la vida se me va...». Llamando a Encarnación, le dijo: «Chiquilla, vete corriendito al cuarto de abajo, y le dices a D. Plácido que le necesito... ¿entiendes?, que le necesito, que suba... Anda, no te detengas.

Gedeón tiene de hombre lo bastante para no ser una idea pura; en lo demás puede pasar por el substratum de una clase entera, de las más numerosas, por desgracia, entre los hijos de Adán. Es la encarnación del egoísmo, pero de un egoísmo bourgeois, que no afecta proporciones titánicas ni colorido trágico.

El talabartero, olvidando su enfado con el espada, admiraba a éste, más que por sus éxitos toreros, por sus valiosas relaciones de amistad. Tenía puesto el ojo hacía tiempo a cierto empleo, y no dudaba de conseguirlo ahora que su cuñado era amigo de lo mejor de Sevilla. Enséñales la sortija. Mia, Encarnación, qué regalito. ¡Ni er propio Roger de Flor!

Era Encarnación Guillén la vieja más acartonada, más tiesa, más ágil y dispuesta que se pudiera imaginar. Por un fenómeno común en las personas de buena sangre y portentosa salud, conservaba casi toda su dentadura, que no cesaba de mostrarse entre su labios secos y delgados durante aquel charlar continuo y sin fatiga.

Eres el grito del derecho herido, la encarnación de las candentes lágrimas que en la noche sin luz de su pasado, de mi país los ojos escaldaban. Yo te leí cien veces. Noble amigo, hallé siempre flotando en cada página, un paño para el llanto del esclavo, para el tirano vengadora tralla.

Esto no lo oyó Rubín, que a la sazón estaba jugando a las damas con Izquierdo. Trajeron la leche, y cuando Encarnación se la servía a su ama, esta vio que habían caído dos moscas; le entró mucho asco y puso a la chiquilla como hoja de perejil, llamándola puerca y descuidada. El regente mandó traer más leche, y dijo que la de las moscas se la bebería él, pues no tenía asco de nada.

Palabra del Dia

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