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Actualizado: 16 de octubre de 2025


-Ahora bien, sea así como vuestra merced dice -respondió Sancho-, vamos ahora de aquí, y procuremos donde alojar esta noche, y quiera Dios que sea en parte donde no haya mantas, ni manteadores, ni fantasmas, ni moros encantados; que si los hay, daré al diablo el hato y el garabato. -Pídeselo a Dios, hijo -dijo don Quijote-, y guía por donde quisieres, que esta vez quiero dejar a tu eleción el alojarnos.

Cuando don Quijote se vio de aquella manera enjaulado y encima del carro, dijo: -Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes, pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires, con estraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego, o ya sobre algún hipogrifo o otra bestia semejante; pero que me lleven a agora sobre un carro de bueyes, ¡vive Dios que me pone en confusión!

El buen Lesperut, el cariñoso y honrado Lesperut, abre los ojos con esfuerzo, procura dar vigor á su pupila, sonrie expansivamente, y nos ve y nos escucha con un regocijo que nos tiene encantados. ¡Con qué efusion recitaba las cartas que habia recibido de una Isabel, de quien conservaba recuerdos amorosos! ¡Con qué cordialidad hablaba tambien de una doña Gertrudis, ama de un abogado de Salamanca!

Eran como los encantados cubiletes del prestidigitador más aplaudido. En cuanto cabe en lo humano, daban una idea aproximada del milagro de pan y peces. ¡Pues bien: apenas parece creíble!

Rompió también el silencio don Quijote, diciendo a Sancho: -Ten paciencia, hijo, y da gusto a estos señores, y muchas gracias al cielo por haber puesto tal virtud en tu persona, que con el martirio della desencantes los encantados y resucites los muertos.

Difícilmente podría retratar la dulzura soberana de la sonrisa, que viene por intervalos, á animar esta bella fisonomía y á atemperar por no qué contracción graciosa el brillo de sus grandes ojos. Ciertamente, la diosa misma de la poesía, del sueño y de los mundos encantados, podía presentarse atrevidamente á los homenajes de los mortales bajo la forma de esta niña que sólo ama á su perro.

Con todos estos trabajos estaba tan vigoroso el ánimo del Padre Cardiel, que si hubiera sido sui juris, se hubiera venido por tierra, descubriéndolo lo que hay acerca de los decantados, ó encantados Césares, y de naciones dispuestas á recibir el Evangelio, para lo cual ya se le habian ofrecido algunos de su comitiva.

Las sobrinas, que son no cuántas, siempre tienen a punto un chiquillo que soltar al mundo cuando yo llego, y quieren que el tío de América lo apadrine. Todos parecen encantados de que mi señora no haya tenido hijos.

-También me vengara yo si pudiera, fuera o no fuera armado caballero, pero no pude; aunque tengo para que aquellos que se holgaron conmigo no eran fantasmas ni hombres encantados, como vuestra merced dice, sino hombres de carne y hueso como nosotros; y todos, según los nombrar cuando me volteaban, tenían sus nombres: que el uno se llamaba Pedro Martínez, y el otro Tenorio Hernández, y el ventero que se llamaba Juan Palomeque el Zurdo.

Pues debe de estar ahora más pobre que una rata, porque las noches se las pasa... ¿Dónde? En los palacios encantados de la señá Bernarda, calle de Mediodía Grande... la casa de dormir, ¿sabe? ¿Qué me cuentas? Ese Ponte duerme allí cuando tiene los tres reales que cuesta la cama, en el dormitorio de primera. estás trastornada, Benina. Le he visto, señora. La Bernarda es amiga mía.

Palabra del Dia

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