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El 17 á las cuatro de la tarde entrábamos á la linda bahía de San-Thomas, ya divertidos con los saltos y las evoluciones de dos ballenas que nos acompañaban á alguna distancia, ya encantados con el interesante aspecto de la bahía y el pintoresco anfiteatro de la ciudad. Las escenes de la tarde, la noche y la mañana siguiente, merecen una rápida descripcion.

-Señor -respondió Sancho-, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero, por o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me comodidad para castigarme.

En todo el Brasil alcanzan fama de seductoras y de que tienen misteriosas cualidades y encantados lazos con que saben cautivar a los hombres. De San Pablo han salido mujeres que, por su belleza y por otros atractivos, han llegado al pináculo de la fortuna. Arturito, que era muy enamorado, estudió poquísimo e hizo en San Pablo doscientos mil disparates.

-No puede ser el moro -respondió don Quijote-, porque los encantados no se dejan ver de nadie. -Si no se dejan ver, déjanse sentir -dijo Sancho-; si no, díganlo mis espaldas. -También lo podrían decir las mías -respondió don Quijote-, pero no es bastante indicio ése para creer que este que se vee sea el encantado moro.

El Alcázar de Sevilla es casi una reproduccion del de Granada; mas la mezquita de Córdoba, ademas de ser un monumento del todo original en su género, es el álbum en que está consignada toda la historia del arte árabe, es la obra en que cabe seguir paso por paso la infancia, la virilidad, hasta la decadencia de ese estilo oriental que tanto os habrá hecho gozar y soñar en medio de estos encantados salones que perfuma aun el aliento de las flores, anima el murmullo de las fuentes, poetiza el recuerdo de los hechos en ellos ocurrídos y cubre de interes la tradicion y la leyenda.

Nuestros raptores estarán encantados, y así les será menos dolorosa la separación. Confieso que el mío me da lástima; le he puesto perdida la nariz. ¡Pero nada más que dos días! Creo que un solo día bastará para que descansemos. Id a hablar con ellos, Cleopatra; si no, se dormirán. CLEOPATRA. Venid un instante. ESCIPIÓN. ¡A vuestras órdenes, señora!

El ministro de la Justicia, á quien fui á visitar con el fiscal del Tribunal supremo, se interesa prodigiosamente en este asunto. Es un ardiente liberal á quien gustaría que en su tiempo ocurriese la reparación de una gran injusticia. Nos han fastidiado mucho, desde hace algún tiempo, con las revisiones aventuradas y estamos encantados de intentar una ventajosa.

La Montansier y Neuville estaban encantados; el empresario, un buen abate llamado Bouyon, que amaba á la Montansier paternalmente, y á quien años después, en un motín, colgaron de un farol, se frotaba las manos...

Después, Zaldumbide, al tenerlos en el barco, les hablaba, porque sabía algo del bantú y del mandigo, y les decía, en aquella infame algarabía negra, que les iba a llevar o un país en donde no harían mas que tomar el sol y comer habichuelas con tocino. Los negros quedaban encantados.