United States or Latvia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ejemplo de esto pueden ser, sin salir de España, el célebre Arcipreste de Hita, Tirso de Molina y otros muchos.... Ana escuchaba con la boca un poco abierta. Aquel señor hablando con la suavidad de un arroyo que corre entre flores y arena fina, la encantaba.

Adiós, repito, y quiéreme como a tu buena hermana. Esta carta, que, por venir de quien venía, encantaba a Paco Ramírez, no pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco veía y calculaba claramente que su amigo Braulio debía de haber llegado al lugar veinticuatro horas antes que la carta. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde había ido a parar?

A pesar de este monopolio no se ha de negar que el Conde era divertido en su conversación. Hablando, encantaba o deslumbraba. Narraba como pocos, y con tal arte, que él mismo se creía la historia, aunque fuese mentira, y el auditorio solía creérsela también. Se diría que la imaginación y la memoria eran en el Conde una sola y única facultad del alma.

Vivía en el interior de la casa, entre los criados y criadas: su sociedad me encantaba, y sería un ingrato si no recordara con afecto a aquella buena gente con quien pasé los primeros años de mi vida.

Para contestar a su exigente «señoratenía que practicar todos los oficios: encolador de muñecas rotas, remendón de juguetes destrozados en momentos de cólera; unas veces hacía de cochero, otras de caballo, de payaso, de oso, de mago, etcétera. La diversidad de sus profesiones encantaba a la chicuela. El apego que los niños demostraban hacia su amigo, hizo más necesarias sus visitas a la casa.

Y en tanto, excesivamente distraída de sus trabajos, Isidora visitaba con frecuencia el taller de Eponina, y allí se encantaba contemplando los magníficos vestidos, entre los cuales a la sazón había tres de baile. Eran para una joven condesa que tenía la misma estatura y talle de nuestra enferma.

En los bailes de Carnaval había conocido a Fernando, un teniente de artillería, esbelto, con cintura de señorita, que en el teatro, durante los entreactos, rondaba por cerca de sus butacas buscando ocasión de saludarla con gracia marcial que encantaba a Amparito.

Eran, siempre, obras de títulos sugestivos: «Galera de la inocencia», «Espejo milagroso», «Tristeza de los desheredados...» ¡El tipo venerable, el papel amarillento, la grave encuadernación frailuna, la cintita verde marcando la página, todo esto me encantaba!

Su pensamiento lo atraía con obstinación hacia el presbiterio de Longueval... , la más linda de las dos era madama Scott. Miss Percival era una criatura. Volvía a ver a madama Scott en la mesa del cura; oía aquella historia contada con tanta franqueza, tanta naturalidad, y la armonía algo extraña de su voz particular y penetrante encantaba aún su oído.

Y aún les parecía más interesante la conversación si se refería a objetos inanimados. El derecho civil también les encantaba en lo que atañe al parentesco y a la herencia. Pasaba un socio cualquiera, y si no le conocía alguno de aquellos fundadores preguntaba: ¿Quién es ese? Ese es hijo de... nieto de... que casó con... que era hermana de....