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Herminia, en la exaltación propia del caso, llegaba á creer muy naturales esos medios extraordinarios. Salieron al corredor y á paso de lobo, se encaminaron hacia la escalera que bajaba á las dependencias. Los criados debían estar durmiendo, porque todo estaba apagado en el castillo. Un rayo de luna, muy molesto, iluminaba la galería y la escalera; y el patio estaba enteramente blanco.

Todos aquellos hombres, al saltar en tierra, me miraron. Particularmente uno, joven y buen mozo, que llevaba banda de seda sobre la coraza, me miró con más fijeza que los otros, y se detuvo. Los restantes se encaminaron á la aldea, y los marineros se pusieron á llenar de agua unos barriles que traían en la lancha, en una fuente que había en la playa.

Sus orillas se ven guarnecidas bien construido los Baures un número de canoas, suficiente para llevar á cabo esta espedicion, se encaminaron al indicado lugar, donde encontraron algunos centenares de indios, resto de la nacion tapacura, sometida por los Jesuitas en Concepcion de Chiquitos; y llevando consigo de grado ó por fuerza doscientos individuos, los juntaron con noventa y cinco familias de Concepcion de Moxos, las que componian un total de trecientos catorce Baures, creando con esta poblacion mixta el pueblecillo del Cármen.

El Martes, habiéndose disipado el granizo y la niebla, se encaminaron ocho leguas, desde las orillas del Rio Yaguí hasta el Rio Curutuy; y allí se acampó á la vista de un peñasco del monte San Miguel, llamado del Lavatorio por los Ibiticaray.

Sus camaradas, afectando la mayor gravedad, respondieron á la invitación con un cómico saludo, y se encaminaron á la capilla mayor precedidos del héroe de la fiesta, que al llegar á la escalinata se detuvo un instante, y extendiendo la mano en dirección al sitio que ocupaba la tumba, les dijo con la finura más exquisita: Tengo el placer de presentaros á la dama de mis pensamientos.

Por esta razon, el Domingo despues de Resurreccion, movieron los reales, se encaminaron hácia los pueblos, y llegaron á la estancia de San Bernardo, que es del pueblo de Santo Angel, al Domingo siguiente, con marcha de una semana, siendo en otras ocasiones camino de un dia, y en las cercanias de esta estancia los esperaba escondidos y en silencio el ejército de los indios, por consejo de los gentiles Guanoas y Minuanes.

Desde media noche hasta las seis de la mañana brilló, en medio de la obscuridad, una hoguera en la cumbre del Falkenstein, y toda la sierra se puso en movimiento. Los amigos de Hullin, de Marcos Divès y de la Lefèvre, calzando altas polainas y llevando sendos fusiles, se encaminaron, en el silencio de los bosques, hacia los puertos del Valtin.

De estos tres hombres, uno era grueso y con la barba negra; otro era delgado y con la barba rubia, y el tercero, que no era grueso ni delgado, no tenía barba. Pero los tres pensaron seriamente en que había que socorrer al pobre enfermo, y los tres se encaminaron a su casa, cada uno por distinto camino.

Sin fijarse don Simón en la indirecta de don Celso, púsose a sus órdenes; dejaron todos la senda que llevaban, y se encaminaron hacia la casa del Mayorazgo, que estaba en lo más escondido del pueblo.

A otro día tuvimos provisión de agua y pescado, y encontrándonos con dos cristianos que llevaban el altar portátil del P. Zea, nos encaminaron allá. Cuáles fuesen las salutaciones y alegrías de estos dos apostólicos Misioneros al verse juntos, después de tantos trabajos, no lo podemos explicar; porque más hablaban con los ojos y con los suspiros que con la lengua.