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Actualizado: 19 de junio de 2025
Tan sólo míster Harrilin, embajador de los Estados Unidos en España, habíase apresurado a reconocer el nuevo orden de cosas en nombre de su Gobierno, presentándose en el palacio de la Presidencia con todo el ceremonial de costumbres en tiempos de la monarquía, y asegurando en su discurso, con la truhanesca formalidad de Jonathan en persona, que «los Estados Unidos de América no podían menos de contemplar con emoción y simpatía, convertido en República, el imperio de Fernando e Isabel».
Las instrucciones del Conde decían: «Antonio me escribirá, en carta que pueda enseñarse, que la llegada de Sir Unton ha empeorado los negocios, y me preguntará por qué, conociendo el carácter del Rey de Francia y los asuntos del reino, no me he opuesto al envío del Embajador. Añadirá temores de que se haya dejado avanzar al Rey hasta un punto de que no pueda ya retroceder .»
Nos mirábamos con Mounsey y no podíamos menos que reírnos. ¿Dónde vivía usted en Europa antes de embarcarse? me preguntaba. En el Grand Hôtel, en París. ¿Dónde cenó por última vez? Chez Bignon, avenue de l'Opéra. A ver el menú. Le narraba una de esas pequeñas cenas deliciosas en que todo es delicado, y luego, en venganza, le hacía contar una soirée en casa de algún embajador en Viena.
Hízolo, comisionando especialmente á Francisco Salviati, Caballero de Malta, por embajador; y aunque en un principio se negó Selim á tratar del asunto, por ser la primera cosa que pedía su aliado al ascender al trono, la otorgó, y D. Álvaro fué á Francia en compañía de Salviati, y se restituyó á su casa.
Máximo dijo a su vez: Mi pobre amigo Givors, enamorado de usted, se pone a sus pies, en mi persona, para solicitar una respuesta favorable... ¿Qué debo decirle? Empiece usted por felicitarlo por la elección de su embajador respondí con una amargura que me era imposible contener. Si me decido a ese matrimonio, será ciertamente por la intervención de usted, Máximo...
¿Qué es eso? ¿Cómo se entiende? le dije en tono seco y arrogante, haciendo ademán de levantarme. ¿Qué ocurre? preguntó. Pues nada, sino que iba a llamar para que le trajeran a usted su caballo. Si ignora usted cómo dirigirse al Rey, es indispensable que mi hermano elija otro embajador.
Con este conocimiento fué Antonio Pérez á visitar al Embajador D. Baltasar de Zúñiga, quien no sólo aprobó los consejos del Conde, sino que informó al Peregrino de los despachos del Duque de Lerma, en los mismos términos concebidos .
La presencia de Hernando de Magallanes y la oferta hecha á Castilla de descubrir por ella y para ella nuevas y ricas tierras al Occidente, siguiendo un nuevo rumbo hasta el entonces conocido por los navegantes, originó oposición por parte de la corte de Portugal, procurando el entonces embajador de dicho reino, D. Alvaro de Acosta, entorpecer la empresa que ya se proyectaba.
Con un mar borrascoso llegaron, no obstante, á Egipto, cuyo virrey, no menos complaciente que lo había sido el embajador inglés, les proporcionó un vapor para viajar por el Nilo hasta las Cataratas.
Pues a lo que la iba. Tumultos de gente vinieron también de fuera de las Cortes, y todas las amigas de casa, y mucha sociedad del buen tono que ya nos trataba.... Hija, no es alabanza; pero ¡cómo cantó este mal demonches de Julieta, y qué manos las suyas para teclear el peano! Le digo a usted que la casa se despampanaba después con el palmoteo. El embajador estaba enfático de entusiasmo.
Palabra del Dia
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