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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Mi tía le echó la culpa, sosteniendo que se le había puesto por delante; mi tío quiso rectificar, pero se le ordenó que guardase silencio, y obedeció.

Estas memorias le despertaron una idea muy importante. Diga, Máximo.... ¿le parece que mi mujer podrá criar? Máximo se echó a reír, saboreando el ron. No pedir gollerías, señor don Pedro.... ¡Criar! Esa función augusta exige complexión muy vigorosa y predominio del temperamento sanguíneo.... No puede criar la señora.

Oid atentos y os convenceréis de que dicen: «¡Venite, adoremusAquel pinar era el sitio en que indefectiblemente paseaba el cura todas las tardes. Cuando se hubo internado en el pinar, vió de repente salir de entre la enramada el guarda que traía su escopeta, el cual, parándose á corta distancia, se la echó á la cara, clavando en él sus ardientes y amenazadores ojos.

28 Pero cuando Israel tomó fuerzas hizo al cananeo tributario, mas no lo echó. 29 Tampoco Efraín echó al cananeo que habitaba en Gezer; antes habitó el cananeo en medio de él en Gezer. 30 Tampoco Zabulón echó a los que habitaban en Quitrón y a los que habitaban en Naalal; mas el cananeo habitó en medio de él, y le fueron tributarios.

A Patroclo lo llevaron a la pira en procesión, y cada guerrero se cortó un guedejo de sus cabellos, y lo puso sobre el cadáver; y mataron en sacrificio cuatro caballos de guerra y dos perros; y Aquiles mató con su mano los doce prisioneros y los echó a la pira: y el cadáver de Héctor lo dejaron a un lado, como un perro muerto: y quemaron a Patroclo, enfriaron con vino las cenizas, y las pusieron en una urna de oro.

Este diálogo rapidísimo en voz imperceptible fué observado por el duque, quien acercándose a Pinedo le preguntó con reserva y haciendo una seña expresiva: Diga usted, ¿Arbós y Pepa Frías?... Hace ya lo menos dos meses. La mirada que el banquero le echó entonces a la viuda no fué de la calidad de las anteriores. Era ahora más atenta, más respetuosa y profunda, quedándose después un poco pensativo.

Después que hubo dado algunas vueltas por ella y enterádose de su disposición a la escasa luz que allí había, encendió un cigarro, saliose al corredor y se echó de bruces sobre la baranda de hierro, poniéndose a contemplar, con ojos distraídos, el baile de la plazoleta. El grupo de jóvenes bailaba cada vez con más entusiasmo y cantaba cada vez más alto.

4 Y el humo del incienso de las oraciones de los santos subió de la mano del ángel delante de Dios. 5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo echó en la tierra; y fueron hechos truenos, y voces, y relámpagos, y temblor de tierra. 6 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas, se aparejaron para tocar trompeta.

Se alzó entonces una leve brisa y los ondulantes cabellos de Magdalena acariciaron el rostro de Amaury, quien sintiéndose muy débil para resistir una sensación tan fuerte, echó hacia atrás la cabeza y exhaló un hondo suspiro. ¡Magdalena! murmuró. ¡Por favor! ¡Ten compasión de ! ¡Que tenga compasión de ti! Pues ¿acaso no eres feliz?

Y echó a correr, cortando el camino a través de los céspedes. Cuando María Teresa estuvo sola bajo los árboles de la avenida, pensó que un adiós definitivo le había causado a ella también alguna pena. Se sintió turbada y un poco triste al considerar que los días felices de aquella estación tan alegre, pertenecían ya al pasado.

Palabra del Dia

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