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Actualizado: 25 de mayo de 2025


En los pies, Pinedo, en los pies ... donde tiene usted el talento. Aunque usted me insulte, quisiera que me traspasase esa gota ... ¡por tener siquiera una gota de usted! ¡Pocas gracias! Sería una gota de esencia aromática dijo un consejero de Estado harto dulzón. ¿Y usted qué sabe, hombre, si no ha metido la nariz más que en el coro de ambos sexos? El consejero se puso colorado.

Como en la orquesta salta el pasaje fundamental de atril en atril para ser repetido por todos los instrumentos en los más diversos tonos, aquel verde eterno jugueteaba en la sinfonía del paisaje, subía o bajaba con diversa intensidad, se hundía en las aguas tembloroso y vago como los gemidos de los instrumentos de cuerda, tendíase sobre los campos voluptuoso y dulzón como los arrullos de los instrumentos de madera, se extendía azulándose sobre el mar con la prolongación indefinida de un acorde arrastrado del metal, y así como el vibrante ronquido de los timbales matiza los pasajes más interesantes de una obra, el sol, arrojando a puñados su luz, matizaba el panorama, haciendo resaltar unas partes con la brillantez del oro y envolviendo otras en dulce penumbra.

¡Jesús, qué dichosos clavos! exclamó con rabia, dando una patadita en el suelo y mirando con tristeza el desperfecto. Ahora me toca a reír, hermana. Ríase usted, ríase usted sin cumplimientos me respondió con viveza, riendo ella la primera. No soy rencoroso repuse en tono dulzón y galante; y acercándome al mismo tiempo, me incliné y besé su crucifijo.

Al ver el gesto de asombro con que su marido acogía esta demanda, fué perdiendo la sonrisa pueril que dilataba su rostro; pero todavía insistió en emplear su voz de niña para gemir con tono dulzón: ¿Dices que me amas, Federico, y te niegas á darme esa pequeña cantidad?...

El timbre dulzón, nasal podría decirse, monótono y manso del melancólico instrumento, que olía a aceite de almendras como la cabeza del músico, estaba en armonía con el carácter de Bonifacio Reyes; hasta la inclinación de cabeza a que le obligaba el tañer, inclinación que Reyes exageraba, contribuía a darle cierto parecido con un bienaventurado.

Además, vaya usted á saber los vizcaínos que se habrán ahogado después de implorar á la Virgen. Esos no han podido venir aquí á contarlo. El secretario hizo un movimiento de extrañeza, mirando escandalizado al médico. Don Luis dijo con acento dulzón. No empiece usted á soltar de las suyas. Mire que no estamos en las minas, sino en la puerta de la casa de la Virgen, y que ésta le castigará.

Dijo; y afectando la gravedad de un Mecenas, miróme el Duque de Cantarranas con expresión de superioridad, no sin hacer otro gesto nervioso que parecía hundirle la nariz, romperle la boca y rasgarle el cuero de la frente, de su frente olímpica en que resplandecía el genio apacible, dulzón y melancólico de la poesía sentimental. Aquello me turbó. ¡Tal autoridad tenía para el prócer insigne!

Te damos ocho días de plazo para que digas a quién llamamos, dónde quieres que te lleven, o cosa parecida. Y si no dices nada..., pues ya nos ha aconsejado el Padre Dulzón que demos parte al gobernador para que resuelva.» ¿A quién había de llamar? ¿Dónde había de ir la sin ventura? ¡El gobernador! ¿Qué podría hacer sino enviarla a un asilo de beneficencia o dejarla en medio de la calle?

Palabra del Dia

hociquea

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