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Actualizado: 12 de junio de 2025


Quintanar y señora esperaban a los de Vetusta en la quinta; y unas veces a pie, otras en coche, se emprendía la marcha, se recorría aquellas aldeas pintorescas, se oían aquellos cánticos, monótonos, pero siempre agradables, dulces y melancólicos de la danza indígena, y se volvía al obscurecer, comiendo avellanas y cantando, entre labriegos y campesinas retozonas, confundidos señores y colonos en una mezcla que enternecía a don Víctor, el cual decía: «Vea usted, si se pudieran realizar la igualdad y la fraternidad... no había cosa mejor ni más poética».

Era la otra mucho más joven, parecía abatida y estaba enferma; su rostro descolorido formaba un óvalo perfecto, y llamaban en él la atención los ojos, por lo dulces; la boca, por lo triste.

Trato frecuentemente de penetrarme de lo que recuerdo haber escrito una vez, esto es, que yo no quería considerar esta vida más que como un purgatorio, y que todas las penas que Dios me envíe debo encontrarlas dulces en comparación de las que yo merezco.

Esperemos los dias venideros: El rocío la flor fecundará, El sol relucirá tras negra noche, Y el cielo nos dará la libertad! Un himno fué tu vida, que la muerte Hizo en tus dulces labios espirar, Como espira el sonido de una cuerda Que la tension obliga á reventar.

Pero les daba su nombre propio unas veces, y cuando no lo tenían, o ella lo ignoraba, usaba caprichosos diminutivos inventados en otro tiempo por Álvaro en el entusiasmo de las más dulces confianzas. Aquellos nombres, afeminados aunque fuesen masculinos, estaban grabados como si fuesen de fuego en la memoria de Visita; no salían a sus labios sino al hablar con Álvaro y pocas veces.

Este encendió una bujía, y fue alineando sus provisiones sobre la mesa. Feli, con la luz y los dulces, recobró la alegría. Comieron y bebieron, hablando de acostarse al poco rato. Reían, pensando en que otras noches, a aquellas horas, todavía vagaban por los campos.

Esa brillante magia, á cuya señal surgen de los desiertos castillos suntuosos, coros invisibles que entonan dulces cánticos, y ninfas voluptuosas que estrechan á los guerreros en sus brazos después de sus trabajos; esa ostentación escénica que nos transporta, ya á perfumados jardines, á la sombra de mirtos y naranjos, ya á palacios de oro resplandeciente, ya á islas encantadas; esa multitud de aventuras novelescas en un país maravilloso en que toman forma sensible todos los asuntos de la fantasía; todo esto, junto con una exposición que centuplica sus bellezas con sus ricas y artísticas pinceladas, atrae el espíritu con sus gratísimas imágenes, y lo arrulla, haciéndolo olvidarse de la realidad.

Soplaban dulces y amorosos vientos, Todos en popa, y todos se mostraban Al gran Viage solamente atentos. Las sirenas en torno navegaban, Dando empellones al bagel lozano, Con cuya ayuda en vuelo le llevaban. Semejaban las aguas del mar cano Colchas encarrujadas, y hacian Azules visos por el verde llano.

Y estos ojos tenían una suerte de malicia recatada, como si ella estuviese siempre, a pesar suyo, con la imaginación vagando en atrevidas y dulces ideas. Adriana se divertía, sobre todo, cuando peleaba con la profesora. Esta no podía comprender, en las muchachas del país, "la falta de lógica y la conducta atolondrada".

Después esparcía miradas de felicitación por toda la capacidad de la sala, por la sillería de reps que había sido desnudada de sus fundas de percal, y por las cajitas de dulces, las bandejas de latón y demás chucherías... Todo estaba bien, perfectamente bien.

Palabra del Dia

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