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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Por ti, esperanza, el cuidado Entretiene de una suerte Al soldado entre la muerte, Y en el palo al sentenciado; En el mar al que va a nado, Al peregrino en el yermo, En el peligro al enfermo: Y ansí yo por ti en la guerra, Cordel, peligro, mar, tierra, Hablo, vivo, como y duermo. Todo se finge por ti, Dudosa y tarda esperanza; Por ti lo imposible alcanza Quien tiene esperanza en ti.

Ella valía infinitamente más que él, ella era noble; pero la dudosa ejemplaridad de su vida podía hacerla inferior. ¡En qué vacilación tan grande estaba! En su alma el asco era inseparable del agradecimiento. ¿Cómo contestarle y expresar en una frase el desprecio y la consideración?... ¡Que un ganso semejante se atreviese a poner sus ojos en persona tan selecta!

La nariz no era más que una película flexible, que se plegaba bajo el peso de las gafas, cuando M. Bernier vino a decirle que había encontrado al auvernés. ¡Victoria! exclamó entusiasmado el notario. El cirujano encogiose de hombros y contestó que la victoria parecíale dudosa por lo menos.

Huérfana y niña recuerda haber dado sus primeros pasos, en la caída de una casa grande. Pertenece á lo que se llama la dudosa clase de crianza. El nacimiento de las crianzas en su generalidad envuelve más de un misterio. La primera bola de morisqueta la hacen en casa respetable, y dan el título de tía á la dueña de ella. En Filipinas también hay sobrinas.

Presúmese, pues, que toda esta gente habrá emparentado con los indios, y tendrán sus poblaciones á trescientas ó cuatrocientas leguas de aquí. El que no se haya descubierto en tanto tiempo, no me hace fuerza; pues las Batuecas, en medio de España tan poblada por todas partes, estuvo tantos centenares de años, ó sin descubrirse ó con muy poca ó dudosa noticia de que hubiese tal gente.

Creo que se puede desafiar á todos los filósofos del mundo, á que señalen en este silogismo una proposicion falsa, ni dudosa, ó indiquen un vicio en la consecuencia, si no quieren ponerse en abierta contradiccion, por una parte con el testimonio de la conciencia, y por otra con todas las leyes de la razon humana.

Arturito Galeolo era un chico que frecuentaba las mejores casas y las peores mujeres de la corte: tenía dos hermanas jamonas muy guapas, extravagantes en el vestir, de conducta dudosa y a quienes acompañaba a todas partes.

Pero Rufete no se movía, y a la dudosa claridad que en el cuarto entraba se entretenía en revisar sus listas de traidores y sus listas de isabelinos.

La mesa estaba cubierta con un mantel de granillo, con lista roja en el borde, y sobre su dudosa blancura de lejía casera destacaban cinco platos y otros tantos cubiertos con sus panes: bizcochada para doña Manuela, que tenía pocos dientes, panecillos bajos para Pepe, Leocadia y Millán, y para don José rosca muy cocida, pues el viejo hacía alarde del poder de sus mandíbulas, única fuerza que le quedaba.

El capellán la encendió, y a su luz menos que dudosa vieron el sótano, mejor dicho, entrevieron las paredes destilando humedad; el confuso montón de objetos retirados allí por inservibles y pudriéndose en los rincones; el conjunto de cosas informes y, por lo mismo, temerosas y vagas.

Palabra del Dia

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