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Actualizado: 2 de octubre de 2025


En esto se entretuvo el campo dos dias, y Montaner ya que se queria partir, hijo juntar consejo general, y despues de haberles entregado los libros, y el sello del ejercito, les dijo, que el Infante Don Fernando de parte del Rey, y suya le habia mandado que le siguiese, á quien era forzoso obedecer y que no lo habia querido hacer antes, hasta haber dado descargo de lo que se le encomendó que él se iba con grande sentimiento de dejarles, aunque por su mal proceder de ellos pudiera no tenelle, pues daban tan mala recompensa á los que les habian gobernado, y sido sus generales que Berenguer quedaba muerto por sus excesos, y Fernan Jimenez entregado á la fe dudosa de los Griegos.

Era una barraca vieja, sin más luz que la de la puerta y la que se colaba por las grietas de la techumbre; las paredes de dudosa blancura, pues la señora maestra, mujer obesa que vivía pegada á su silleta de esparto, pasaba el día oyendo y admirando á su esposo; unos cuantos bancos, tres carteles de abecedario mugrientos, rotos por las puntas, pegados al muro con pan mascado, y en el cuarto inmediato á la escuela unos muebles, pocos y viejos, que parecían haber corrido media España.

En el umbral estaba una mujer cuya audacia y vestidura formaban extraño contraste con su ademán irresoluto y lleno de timidez. La maestra reconoció al primer golpe de vista a la dudosa madre de su anónimo discípulo. Contrariada quizá, tal vez enojada, invitola fríamente a entrar; arreglose instintivamente sus blancos puños y cuello, y recogió su corta falda castamente.

Era éste pequeño é irregular: estaba en lo más interior de la casa, y tenía una ventana estrecha, con vidrios de dudosa transparencia, que daba á un patio, de esos que por lo profundos y estrechos parecen verdaderos pozos. Enfrente y á los lados se abrían tres filas de ventanas mezquinas, respiraderos de otras tantas celdas, donde se albergaban familias bulliciosas.

No transcurrió una hora sin que, como ascendiendo por aquel escarpado camino que conducía a las estrellas, saliese para siempre de Campo Rodrigo, dejando su vergüenza y su pecado. No creo que tal noticia preocupara a nadie a no ser por la suerte del recién nacido. Pero, ¿podrá vivir ahora? preguntaron todos a Edmundo. Su contestación fue dudosa.

Con todo, Westminster ha dado asilo a notabilidades de muy dudosa ortografía, muchas de las cuales han pagado mas bien que merecido el pasaporte para descansar en algunas de las gloriosas tumbas de la venerable catedral de los muertos y de los reyes, poblada de estatuas, bustos y obras soberbias de escultura.

Las cuadrillas se bailaban, con una seriedad rígida, casi británica; el vals no dejaba nada que desear por su corrección: la mazurka era de un remeneo de ancas de dudosa moderación, y por último la habanera algo alarmante como chacota de articulaciones.

Cierto que estás, amigo, muy donoso En pensar que muerto, quedaria Yo con tal quietud y tal reposo, Que de consuelo alguno serviria A la doliente madre y triste esposa: Pues en la tuya está la muerte mia, Seguirte tengo en la ocasion dudosa, Mira como ha de ser, Morandro, amigo, Y en el quedarme no me hables cosa.

Se os puede hacer el siguiente argumento, retorciendo el vuestro, como dicen los dialécticos: nada puede pensar sin existir, vuestra existencia es dudosa, tratais de probarla, luego no estais seguros de pensar. Es probable pues que Descartes entendió su principio en un sentido muy diferente, y voy á exponer en pocas palabras el que en mi juicio debió de darle el ilustre filósofo.

Después, todo quedaba en la familia, realizado el naciente proyecto; y según los tiempos corrían y lo entornado que andaba el mundo, por dudosa que resultara la formalidad del mejicanillo, érale a él conocido al cabo, y lo conocido, por malo que fuera, siempre sería preferible a lo bueno sin conocer.

Palabra del Dia

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