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Actualizado: 5 de mayo de 2025
El año 1597, en que tomó posesión de su cargo el conde, mandó pregonar un bando, por el cual se condenaba en la pena de doscientos azotes á los que vendiesen los artículos á más precio que el señalado ya de antemano; y como quiera que el cumplimiento de la orden no fué guardado ni mucho menos como debiera, el conde empezó á llevar á cabo los castigos con extraño rigor y sin que por un momento dejase pasar la más leve falta.
Labarta, después de transcurridos doscientos años, no había llegado á perdonar á Felipe V, déspota francés que reemplazó á los déspotas austriacos.
19 los hijos de Hasum, doscientos veintitrés; 20 los hijos de Gibar, noventa y cinco; 21 los hijos de Belén, ciento veintitrés; 22 los varones de Netofa, cincuenta y seis; 23 los varones de Anatot, ciento veintiocho; 24 los hijos de Azmavet, cuarenta y dos; 25 los hijos de Quiriat-jearim, Cafira, y Beerot, setecientos cuarenta y tres; 26 los hijos de Ramá y Geba, seiscientos veintiuno;
El portero no hizo caso de sus palabras y continuó: ¿Cuánto cobra usted al mes? El rubio me dijo que cincuenta rublos. No es mucho. ¡Doscientos! dijo Krilov, observando con una alegría maligna que el rostro del portero expresaba casi el entusiasmo. ¡Oh, doscientos! Eso es otra cosa... ¿Quiere usted un cigarrillo?
Leyósele su sentencia con méritos; abjuró formalmente sus errores, fue reconciliado en forma, advertido, reprendido y conminado; condenado a hábito y cárcel perpétua irremisible, doscientos azotes y siete años de Galeras, y que pasados éstos reasuma el hábito y carcelería con confiscación de sus bienes.
Las vacas, mientras tanto, se animaban unas a otras. El pasó ayer. Pasa el alambre de púa. Nosotras después. Ayer no pasaron. Las vacas dicen sí, y no pasan, oyeron al alazán. ¡Aquí hay púa, y Barigüí pasa! ¡Allí viene! Costeando por adentro el monte del fondo, a doscientos metros aún, el toro avanzaba hacia el avenal.
5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él grande multitud, dice a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? 6 Mas esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. 7 Le respondió Felipe: Doscientos denarios de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos tome un poco. 8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro:
Días antes había pagado doscientos francos por un sello antiguo de cera de Yacoub Almanzor, que ostentaba en letras árabes esta hermosa leyenda: «Que Dios juzgue a Yacoub, como Yacoub haya juzgado». La corrrona esta es de Italia: corrrona rreal sobre la cruz de Saboya prosiguió el tío Frasquito . Uno idéntico tengo de Víctor Manuel, perrro estos otros no los conozco...
Y cuando uno pregunta, después de largas consultas y dudas, acaban por decir con tranquilidad: «Ciento cincuenta mil francos» ó «doscientos mil». A la protesta y el asombro responden, señalando las montañas, el sol, el mar: «¿Y la vista, señor?...» La tierra roja de Los Alpes representaba poco por su fuerza productora; era la situación lo que constituía su valor.
Este tío oidor, que es todo un letrado y persona de pro, muere legando un caudal inmenso; de modo que cuando menos se lo piensa, el hidalguillo se ve con doscientos mil escudos en el arca, y es más rico que el Conde de enfrente. Cátate que en un momento le obsequian todos y le guardan más miramientos que si fuera el mismo Duque de Lerma, Ministro universal.
Palabra del Dia
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