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Actualizado: 26 de junio de 2025
ATÚN ASADO. Se prepara y limpia como el anterior y se pone a asar en aceite muy caliente y cebolla, y, si se quiere, se le agregan patatas moldeadas. ATÚN GUISADO. Limpio y sazonado como los anteriores, se fríe envuelto en harina, se dora bien, se dora cebolla, y se le echa caldo, pimiento molido, se deja hervir un rato y se pasa la salsa.
Es una cosa particular el sol del país natal. Dora todo lo que toca, y brotan canciones de los labios que acaricia. ¡Qué hermosa es la vida en la casa paterna! ¡Viva la alegría! Tengo ahora en casa todo un nido de alegres pájaros; dice riendo Martín, que va a darle los buenos días.
Lejos, muy lejos de él estaba cuanto podía recordarle tiempos pasados, y como tales más dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de los troncos a cuya sombra jugueteó de pequeñuelo; la fuente donde las mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus cántaros el agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora cada tarde el último rayo de la luz solar, la tumba de su madre.
Dora no participaba de este entusiasmo. Pareció asustarse de verdad, temblando ante la idea de casarse con Martínez, más aún que si éste hubiese intentado una violencia contra ella. ¡Qué horror!... ¡Divorciarse usted de la generala!... ¡Tener yo por enemiga á doña Guadalupe!...
Su luz, los nombres dora De la urna funeraria, Donde enlutada llora La musa solitaria, Los mártires valientes Cuyas soberbias frentes Humeando sangre estan. Miradlos sobre el suelo Que hollamos con la planta, Mirad: en raudo velo Su espíritu levanta La célica bandera, Que ondear hace altanera La ráfaga veloz.
A poca distancia del Puente del Pó, que une como ya he dicho la plaza de Victor Manuel á la iglesia de la Gran Madre de Dios, acaba de construirse un puente colgante que yo crucé despues de haber pagado una corta cantidad que exigen por el paso, segun sucede en Lóndres en varios puentes. El Dora corre tambien por Torino.
Ya hablaremos de esto más adelante. Siéntese en ese sillón, porque tenemos que decirnos muchas cosas. DORA. ¿Usted qué sabe? JULIA. Hace poco tenía yo un presentimiento. Y pensaba: «Hay una señora Stowe, de Chicago, que vendrá a verme una de estas tardes para pedirme algunas lecciones.
A mi edad, y en mi posición, debe una dedicarse a formar buenas discípulas, ¿verdad...? DORA. Eso depende de las intenciones de usted. JULIA. ¡Oh! Voy a retirarme de los negocios después de no haber hecho fortuna. Ya no valgo para nada. DORA. Tratemos sólo del señor Stowe. JULIA. Es más cómodo.
JULIA. Gracias por sus plácemes; los adoro cuando son sinceros. DORA. ¡Además había oído hablar de usted...! JULIA. ¡Ah! ¿Quiere decirme a quién...? DORA. A una amiga que desea permanecer desconocida. Una amiga anónima, ¿verdad? DORA. ¡Algo parecido! JULIA. Dará usted las gracias a su amiga, puesto que me proporciona una discípula tan agradable... DORA. En cuanto al precio...
Dora evitaba los encuentros con él, apelando á ciertas astucias que el general no podía prever. Cada vez la deseaba con mayor vehemencia. En ciertos momentos volvía á resucitar el guerrillero en el interior del comandante en jefe de operaciones.
Palabra del Dia
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