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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Es verdad, sobre todo los domingos, en que viene tanta gente repuso la vecina con voz suave, dulcísima, como las notas de una flauta sonando en un bosque de laureles y mirtos. ¡Eso es! se apresuró a exclamar Mario, vivamente impresionado por esta profunda observación.
En la puerta hay una de carruajes que no se puede pasar, y todo son miradas, frases cambiadas como al descuido, darlas el brazo hasta los coches, en fin, como los domingos a la entrada de las iglesias de moda. ¡Y para eso dejan solo a mi padre! ¡Te juro que lo evitaré! Hablaron después de otros asuntos; pero Pepe no podía fijar en nada la atención.
Buscó entonces distracciones a toda costa; los domingos frecuentaba los bailes, iba a las aldeas vecinas, sobre todo para visitar a las gentes del oficio. Resultó de esto que un buen día, al comienzo de su segundo año de servicio, Juan recibió de su hermano una carta concebida en estos términos: * «Mi querido hermano: Es preciso que te escriba aunque te incomodes conmigo.
Jaime vivía al borde de esta existencia ruda y tradicional, contemplando de lejos las costumbres de aduar que aún se mantenían en el apartamiento de la isla. España, cuya bandera ondeaba todos los domingos sobre el menguado caserío de cada parroquia, apenas hacía memoria de este pedazo de su suelo perdido en el mar.
Pero tiene la ventaja de estar dentro de la población. Parece hecho para la gente de negocios que dispone de poco tiempo para pasear. Los días de trabajo no suele haber mucha concurrencia: en cambio los domingos no hay quien camine libremente por allí, lo cual declara bien paladinamente la condición social de sus habituales concurrentes.
Sin salir del colegio sabía también cuanto ocurría en Madrid, hasta interioridades de familias que a nadie importaban; pero, por lo visto, para las madres no había secretos; así que, los domingos de salida, don Luis se maravillaba escuchando a su hija cosas que él no oía ni a los murmuradores del Casino.
Rendida del trabajo, dedicaba las horas de la noche y los domingos enteros a la lectura de novelas, devorándolas, sin predilección, pues bastaba para su gusto que la hiciesen llorar mucho, pero mucho.
Entonces se dedicó al comercio del ébano. Zaldumbide llevaba a la tripulación muy derecha, sin que nadie se le desmandara. Los domingos deseaba que se celebrasen convenientemente, y en estos días se ponía una levita azul, que él llamaba la nueva, y paseaba por la cubierta.
Terminado el trabajo, a eso de las cinco, nada de tertulia en la botica, nada de oir tocar a la señorita Fernández. A mi casita, a mi pobre casita, que me parecía un alcázar. Si acaso, y eso de cuando en cuando, a visitar al dómine o a charlar con Andrés. Los domingos, de vuelta de misa, a conversar con las tías y con Angelina, a leer, a escribir.... Por la tarde al patio.
Juanito, poco a poco, había logrado estrechar sus relaciones con Tónica. No subía a la casa, eso no; ¿qué dirían los vecinos? pero si le estaba vedado entrar en aquella escalerilla, que se le antojaba camino de misterioso santuario, podía acompañar a Tónica y su amiga los domingos por la tarde.
Palabra del Dia
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