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Actualizado: 28 de junio de 2025
Sally trata del suceso en el capítulo XCI de sus Memorias ó Royales Oeconomies, y de lo mucho que daban que hablar las circunstancias. El vulgo suponía que el diablo se había llevado á esta señora, aventajada discípula suya en las artes mágicas. Dejó dos hijas: los ángeles con tan pocos pimpollos de la carta.
Las lecciones y conferencias duraban horas y horas. El Comendador se acostumbró de tal suerte á aquel dulce magisterio, que el día en que no daba lección le parecía que no había vivido. Sus días de Villabermeja fueron disminuyendo, y alargándose cada vez más los que pasaba con la discípula.
35 Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. 36 Entonces en Jope había una discípula llamada Tabita, que si lo declaras, quiere decir Dorcas. Esta era llena de buenas obras y de limosnas que hacía.
Además, él continuaba siendo amante de su discípula, y por rachas le entraba un verdadero amor a que ella debía corresponder, o fingirlo a lo menos. Pero lo principal era lo principal, y cuando se presentaba un partido, Mochi se reducía al papel de marido que no sabe nada; esto ante Serafina; ante el nuevo galán no era ni más ni menos que para el público, el maestro, il babbo adoptivo.
No hay nada tan desagradable para un tercero, y para un tercero un poco celoso, como la evocación de un pasado en que él no ha tomado parte... y Raúl se quedó muy ofendido... Estábalo también al verse abandonado por otro, y cuando Eva, con su inconsciente crueldad de mujer, le dijo amablemente: «Hoy, señor de Candore, su discípula de usted le devuelve su libertad,» el conde, a pesar de su perfecta corrección, no pudo menos de responder con un dejo de amargura: ¡Plaza a los jóvenes, entonces!... Este caballero asciende por elección.
Elena, la discípula del presbítero, se marchaba en aquel momento, aunque no eran más de la diez. Su tío, un señor viejo, bajo y regordete como ella, de labios abultados y fisonomía riente, que andaba por los rincones solitario, no consentía retirarse después de esta hora. La niña, que era vivaracha y traviesa, al despedirse con ruidosos besos de sus amigas, procuraba ponerle en ridículo: «Qué quieres, hija; mi tío se empeña en hacer competencia a las gallinas. Voy a leerle la vida del santo del día. No puede dormirse sin enterarse de los martirios de Santa Irene o San Lorenzo. Adiós, adiós; pedid a la Virgen que sane mi tío de la cabeza».
El uno valía para vencer y reducir á la obediencia á los rebeldes; el otro para gobernar sabia y blandamente á los sumisos. Con esto se aquietaba Doña Antonia y vivía en santa y dulce paz con su hija, á quien había enseñado todas sus habilidades caseras, reconociendo la maestra, sin envidia y con júbilo, que casi siempre se le aventajaba ya la discípula.
Una idea confusa tengo de eso, dixo la afligida. Os contaré, añadió el otro, la aventura sucedida en mi tiempo de una soberana destronada despues de cenar, y que ha muerto en una isla desierta. Toda esa historia la sé, respondió la dama. Pues os diré lo sucedido á otra gran princesa, mi discípula de filosofía.
Palabra del Dia
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