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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Antes de salir dirigió una penetrante mirada a su hermana, que ésta se apresuró a evitar sentándose de nuevo. Abajo les esperaba ya, en efecto, Ramón, con el familiar enganchado. Llevaban el carruaje mayor que tenían. Don Rosendo y Pablito, que se habían quedado a comer en Sarrió, volverían probablemente con ellos a la madrugada.
Dijo estas palabras con voz un poco temblorosa. Carmen le dirigió una mirada de sorpresa. Pues si tanto lo necesitas, te lo diré otra vez. Sí: te quiero, te quiero... Ya está usted serbido, don Caprichoso. Pero no pongas esa cara, hombre de Dios. ¡Si parece que estás haciendo testamento! ¿Estas segura de que no lo estoy haciendo allá en mis adentros?
Centenares de hogueras brillaban en lo hondo de los desfiladeros, indicando que los alemanes preparaban la comida. Marcos Divès descendió por la hendedura a tientas. Hullin oyó durante algunos segundos los pasos de su camarada, y luego, muy pensativo, se dirigió hacia la vieja torre, en la que se había establecido el cuartel general.
110. El dia 5 de Mayo los indios debian repetir el ataque, mas el enemigo en el silencio de la noche, fingiendo retirarse, como viese que los indios habian ido á ocupar los caminos que tenian por la espalda ó retaguardia, de repente se dirigió hácia los pueblos y marchó formado en batalla. Con cuya repentina astucia, qued
Sobre todos mis sentimientos domina uno, el que dirigió siempre mis acciones durante aquel azaroso periodo comprendido entre 1805 y 1834. Cercano al sepulcro, y considerándome el más inútil de los hombres, ¡aún haces brotar lágrimas de mis ojos, amor santo de la patria!
Obispo D. Diego de Chueca, que dirigió la obra con la mayor magnificencia y tuvo el grato consuelo de consumarla y establecer las fundadoras que llevó de Zaragoza en 1660.
Pero Venturita había observado el movimiento de Gonzalo, su sorpresa y las palabras que dirigió a Cecilia. Se puso colorada, y bajó la voz. Luego, observando la mirada burlona de su marido, le clavó otra, relampagueante y colérica. Mientras tanto, doña Paula explicaba a don Rufo la marcha de su dolencia.
¿Y qué me importa ese hombre? ayer acaso... hoy... hoy quien me importa sois vos... no sé por qué... pero me habéis empeñado... y nos veremos, caballero, nos veremos. Y tras estas palabras se dirigió á la puerta de sala. ¡Casilda! gritó ¡Casilda! mi manto de terciopelo; que ponga Pedro la litera al momento.
¡Figlia mia!... ¡Mia figlia!... aullaba, con la cabellera suelta y los ojos abultados por el llanto. Había perdido en el momento del naufragio una niña de ocho años, y al verse en el vapor francés se dirigió instintivamente hacia la proa, en busca del mismo lugar que ocupaba en el otro buque, como si esperase encontrar allí á su hija.
Se encontró con la vieja de la noche anterior, y al verla la dijo: ¿Pero no hay nadie en esta casa? ¿Qué quería usted? No le había visto. ¿Vive aquí el comandante don Carlos Ohando? No, señor, aquí no vive. ¡Muchas gracias! Martín salió a la calle, y embozado y con aire conquistador se dirigió a la posada en donde vivía Bautista.
Palabra del Dia
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