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Actualizado: 5 de julio de 2025


Y eso es muy natural, puesto que allí todo el mundo tiene en el café una tribuna, donde entre taza y taza de chocolate se producen excelentes cosas espontáneamente. En lo general, los discursos de los diputados tenian una fuerte dósis de personalidad, vicio que proviene de la organizacion artificial y contrahecha que tienen los partidos.

Nada más fácil a éste que inutilizar media docena de diputados hostiles por medio de otros tantos autos de prisión, o de falsos telegramas que los alejasen de Madrid el día crítico; pero ¿estaba él seguro de que apelando a estos extremos, aunque muy parlamentarios, nada buenos, no le exterminasen las oposiciones otros tantos auxiliares, con una paliza, por ejemplo?

Pareció justa la proposicion á los Orejones, y comisionáron á dos prohombres para que con la mayor presteza se informaran de la verdad: los diputados desempeñáron su comision con mucha sagacidad, y volvieron con buenas noticias.

Les hizo mucha gracia el que me hubiese casado, no por qué, y se rieron a mi costa un rato. Uno de ellos me dijo, con semblante risueño y protector: Bien, amigo Sanjurjo; le doy a usted la enhorabuena. Todos le deseamos muchas felicidades y que no tarde usted en volver en comisión, con otros diputados provinciales, a gestionar la rebaja de la tarifa de Consumos.

D. José Martin de Zuloeta, se dijo: Que interin no se sepa la pérdida de España, y no haber dado motivo esta autoridad, debe subsistir la misma; y en caso de querer variar, se trate de llamar Diputados de las Provincias del vireinato para su seguridad; y ademas que concurran á votar mas de doscientos vecinos de primer órden que faltan. Por el Sr.

»Yo mismo no comprendo cómo el ilustre Senado, la Cámara de diputados y los demás organismos nacionales no fijaron su atención en el aspecto subversivo que nos ofrece ese gigante desde que llegó.

La verdad es que ser diputado a ese precio... ¿Pues a qué precio cree usted que son diputados los demás? Terciaron en la porfía, auxiliando a don Celso, sus cinco camaradas; y al cabo lograron reducir a don Simón, en el instante en que ponía Cuarterola sobre la mesa un tintero de cuerno con pluma de ave, y medio pliego de papel con lamparones de aceite.

El Louvre y las Tullerías por un lado, con la plaza de la Concordia, la primera del mundo, los Campos Elíseos, dichosos y afortunados jardines que no tienen rival por el otro, el palacio de los Diputados, Notre-Dame, Santa Capilla, el Instituto, etc., etc.

Y el silencioso público que se deleitaba con este pugilato, los diputados que llenaban los escaños, las dos masas que se estrujaban a ambos lados de la presidencia, emprendieron la fuga al ver terminado el incidente, sabiéndoles a poco las dos horas de alusiones y punzantes recuerdos.

Abajo en lo que llamamos patio, los diputados ocupaban sus asientos en dos alas de bancos: en el escenario había un trono, ocupado por un obispo y cuatro señores más y delante los secretarios del despacho. Poco habían unos y otros calentado los asientos, cuando los de la Regencia se levantaron y se fueron como diciendo: «Ahí queda eso».

Palabra del Dia

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