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Actualizado: 5 de julio de 2025


Barbacana, con la superioridad de su inteligencia, y aun de su instrucción, comprendía dos cosas: primera, que se había arrimado a pared más sólida, a gente que no desampara a sus amigos; segunda, que cuando se le antojase pasarse con armas y bagajes al campo opuesto, conseguiría siempre hundir a Trampeta. Ya había tirado sus líneas para el caso próximo de la elección de diputados.

Bajaremos tres, los que parezcamos menos comprometidos. ¿Hay dos que, como yo, no sean ministros ni diputados? Otro joven y un viejo se levantaron. Nosotros bajaremos. Los demás pueden salir todos á la huerta del Príncipe Pío, á la cual se entra por el patio. No hay tiempo que perder. Recoger esas notas, y á la huerta.

Una contradanza de gobernadores y una hornada de altos funcionarios se habían hecho indispensables en aquellos días; y como las vacantes eran menos que los diputados ministeriales, hubo entre éstos disgustos, discordias y desavenencias, ya por razón de despecho, ya por razón de estómago; cundió la indisciplina, y de la noche a la mañana se halló el Gobierno en grave riesgo de perder la mitad de sus huestes.

Aquellos diputados, aquellos escritores, aquellos políticos eminentes que veía en torno suyo, le daban miedo. Pero él tenía mucho corazón, y logró dominarse un poco. ¿Pero cómo iba á empezar? ¿Qué iba á decir? En un supremo esfuerzo de inteligencia recogió sus ideas, formuló mentalmente una oración, miró al auditorio... El auditorio le miró á él, y observó que estaba pálido como un cadáver.

¿Qué hay? dijo Núñez. ¿Te has convencido ya de que esto no puede retardarse? Mañana será tarde. He tenido ocasión de ver cómo están los ánimos perfectamente preparados para nuestro objeto. Los ministros, los diputados de la fracción sensata, son detestados: la tempestad ruge sobre sus cabezas. Hay que hacerla estallar. Salvamos la libertad, ¿ ó no? La salvamos dijo el Doctrino.

Los felicitados nombraron cuatro diputados que le diesen las gracias y tratasen con su ilustrísima todo lo conducente á poner en ejecucion obra tan plausible.

Celebrábanse con gran pompa funciones de desagravio a la Virgen por las impiedades vertidas en el Congreso de los Diputados, funciones que en alguna ocasión terminaron violentamente por la intervención del populacho.

Para que no se dude de mi veracidad, quiero trasladar aquí un párrafo del <i>Conciso</i> que conservo en la memoria: «Otro de los medios indirectos decía pero muy poderoso, para renovar el entusiasmo, sería volver a usar el antiguo traje español. No es decible lo que esto podría influir en la felicidad de la nación. ¡Oh, padres de la patria, diputados del augusto congreso!

Asimismo importa que Vd. quede entendido, que los Diputados han de irse incorporando en esta Junta conforme y por el órden de su llegada á la capital, para que así se hagan de la parte de confianza pública que conviene al mejor servicio del Rey y gobierno de los pueblos; imponiéndose, con cuanta anticipacion conviene á la formacion de la general, de los graves asuntos que tocan al gobierno.

Pero don Álvaro suspiraba y volvía los ojos a la Regenta.... Por lo demás, él seguía considerando que ante todo era un hombre político. Lo de ir a Madrid lo dejaba para más adelante. Ahora hacía diputados desde Vetusta y se quedaba allí; pero en cuanto tuviera más blanda a la señora del ministro, él volaría, él volaría... seguro de no dar un batacazo. Estos eran sus planes.

Palabra del Dia

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