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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Por tanto, despachó algunos indios á abrir camino en los bosques de los Taus, los cuales llegando á la última Ranchería de estos, situada á la falda de las sierras de Santa Cruz la Vieja, descubrieron á los Paisanos el intento de su ida, los cuales se lo disuadieron diciéndoles que no podrían tenerse en pie las caballerías por aquellas cuestas tan fragosas y les señalaron un camino no tan difícil, aunque todo de bosque pero todo lleno de arroyos y en algunos lugares se dilataba en fértiles campañas.
Pasaron algunos minutos y hasta un cuarto de hora, y viendo los de la vela verde que se dilataba la ausencia, y que no contestaba á las voces que le dieron, penetraron en la habitación, viendo con sorpresa que el pájaro había volado por una ventana que se hallaba abierta y la cual daba á un callejón excusado y tortuoso.
El pulso del dios azul eran las mareas. La tierra se volvía hacia la luna y los astros con una rotación simpática igual á la de las flores que se vuelven hacia el sol. Todo lo que en ella hay de más móvil la masa flúida de la atmósfera se dilataba dos veces diariamente, hinchado su seno, y esta succión atmosférica, obra de la atracción universal, se reflejaba en las aguas, conmoviéndolas.
Delante de Soledad se mostraba amable y rendido, sin ocuparse ya en disimular su vencimiento. Al contrario, parecía que sentía gozo y el pecho se le dilataba cuando la daba un testimonio de adoración más vivo que de costumbre. No se saciaba de estar á su lado, de prodigarla nuevas y sabrosas caricias.
No regales ligas á Soleá si quieres casarte con ella, ni tampoco tijeras... Evita las miradas de los tuertos... No des vueltas en la mesa al cuchillo, como sueles hacer, que tiene mala pata, ya te lo he dicho... Haz lo posible por no pisar carbón... Su rostro oscuro, expresivo, se dilataba con majestuosa expresión profética.
Cuando a la madrugada, después de cerrar los ojos a un pobre feligrés, se dirigía a la iglesia transido de frío, rota su flaca naturaleza por una noche de vigilia y trabajo, sus ojos se posaban en aquel mar siempre colérico, en aquel cielo sombrío, y en vez de sentir la tristeza y el dolor de la existencia, su espíritu se dilataba por la alegría y acudían a sus ojos lágrimas de reconocimiento.
Es preciso que te distraigas y no te encierres en una alcoba de enfermo. Liette no regateaba nada de esto; era muy feliz. Después de las mortales angustias que acababa de pasar, su corazón se dilataba con esta nueva esperanza: ¡Dios me conservará mi madre! Bien puedes dar las gracias a ese buen don Raúl decía la enferma; sin él, nunca me hubiera decidido a semejante viaje.
Doña Juana, pues, sufría y gozaba; lloraba y sonreía, se avergonzaba, y sin embargo su alma se dilataba, reposaba en una dulce confianza. Doña Juana entonces estaba en el cielo, sin haber desaparecido de la tierra. Asió las manos de los dos jóvenes, los atrajo á sí, los estrechó á un tiempo contra su pecho, y partió con los dos sus besos y sus lágrimas.
Charlando, charlando, apenas sentían el correr de las horas, y cuando del hondo patio salía la sombra lenta, mezclada de un fresquecillo húmedo; cuando la luz solar se dilataba en las alturas y empezaban a clavetear el cielo las pálidas estrellas, D. Francisco, dejando los laboriosos pelos, aparecía frotándose los ojos, y tomaba parte en la conversación.
Y mentía profundamente. Bueno, me alegro... Dejemos esto. Hasta mañana. ¿Cuándo quieres que volvamos allá? ¡Nunca! Se acabó. Vi que verdadera angustia le dilataba los ojos. ¿No quieres ir más? me dijo con voz ronca y extraña. No, nunca más. Como quieras, mejor... No estás enojado, ¿verdad? ¡Oh, no seas criatura! me reí. Y estaba verdaderamente irritado contra Vezzera, contra mí...
Palabra del Dia
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